El pendulazo está aquí: os toca tragar lo que nos echasteis encima
Decían que iban a volver a forjar al ser humano para hacerlo mejor y liberarlo de sus viejos vicios, pero lo único que hicieron fue cagarse encima de la gente
Juan Soto Ivars
Durante los últimos quince años hemos vivido un fenómeno cultural asombroso. La gente más insufrible, envidiosa, pedante, mediocre y frustrada del planeta se dedicó a construir con impunidad una inmensa pirámide con sus excrementos doctrinales. Eran cacas multicolor, como los emoticonos de WhatsApp, excretadas en forma de consignas y reglas para la sociedad. Hedían.
La intención de esta tropa de comisarios obsesionados con el poder era subirse a lo alto del montón pestilente y dar órdenes desde la cúspide. A base de deposiciones ideológicas, sustituyeron la libertad por la sumisión, la igualdad por la represalia y la fraternidad por la camaradería endogámica. Decían ser la nueva izquierda. Tal vez la vieja izquierda quedó sepultada por la pirámide marrón.
Dónde queda la verdadera izquierda, dónde queda el verdadero feminismo, dónde queda el verdadero antifascismo, etc. Esto era algo que al principio me importaba y después me daba igual. Lo mismo le pasó a mucha gente.
Los excretadores lograron lo único para lo que tenían poder: asustar. Cuando la pirámide empezó a elevarse hubo mucha gente que se quedó anonadada. Aparentaban fuerza con su integrismo. Cuadrillas digitales se hacían pasar por masas, gente vengativa daba rienda suelta a sus linchamientos y escraches, obispos terribles moralizaban la apestosa religión sin trascendencia.
Tanto asustaron con sus acusaciones agresivas, que durante unos años se generó un silencio temeroso. Oías a los pedantes largar sus peroratas soberbias amparados en un estalinismo de chichinabo. Decretaban una manera de ser mujer, negro o gay, joven y viejo, persona a la moda o escoria, y utilizaban a sus grupos fetiche para adornar las pancartas con las que protegían su creciente pirámide excrementicia.
No creían verdaderamente en nada de lo que decían: esto lo supimos más tarde, cuando fueron despeñándose. El daño que han hecho en los últimos quince años a los colectivos que supuestamente defendieron todavía no se puede medir: hay que esperar a conocer la temperatura exacta de la reacción furiosa que han despertado. Lo indiscutible es que quebraron el progreso. Las sociedades occidentales eran cada vez más igualitarias, inclusivas y diversas, pero ellos no podían vivir sin su batalla. Ahora, a saber qué pasará.
Dije hace unos años, en un libro que los excretadores no leyeron, que el péndulo correría en dirección contraria y que nosotros tendríamos que aguantar el resurgir de un nacionalismo conservador durísimo y populista. Dije que el Trump de 2016 era la respuesta a la corrección política y que la respuesta a lo woke sería peor. Dije también que alucinaríamos, mirando atrás, y el momento ha llegado.
Yo he visto a directores de empresa acojonados por las opiniones de una becaria, y a profesores de instituto, dando la razón al más gritón
Nadie hizo nada porque no se atrevían a contradecir la monserga, porque contradecir la monserga provocaba señalamiento, etiquetado, vergüenza. Prefirieron ser discretos y que no les salpicara. Así se inundó todo. Es alucinante que auténticos liliputienses intelectuales de culo gordo lograsen, con sus consignas rellenas de bilis, que multinacionales y gobiernos repitieran la morralla. Yo he visto a directores de empresa acojonados por las opiniones políticas de una becaria, y a profesores de instituto, dando la razón en todo al estudiante más gritón, arrogante y bobo, al estilo Revolución Cultural.
El crecimiento de la pirámide marrón no hubiera sido posible sin la complicidad de la industria, que creyó oler una forma de hacer dinero. Así, mantras de apariencia anticapitalista se reprodujeron en anuncios de maquinillas de afeitar, hidroeléctricas y bolsas de pan de molde. Era imposible poner la televisión sin aspirar el olor, y los excretadores fueron alcanzando la altura máxima en tertulias, películas y ministerios. Sin embargo, el punto de colapso había llegado.
Las normas que impusieron a la sociedad eran demasiado estrictas y la intransigencia estaba tan empapada en la conversación pública, que la gente empezó a pasarlos a ellos por su propio rasero. Vimos muchas cosas. Justin Thrudeau imploró el perdón por una vieja foto en la que aparecía con la cara pintada de negro, viudas negras del escrache feminista recibieron condenas por difamación, ministras de Igualdad soltaron prematuramente a violadores de la cárcel, comisarios políticos tuiteros quedaron aplastados por sus antiguos chistes racistas rescatados del fondo de la red, aliados feministas pasaron a ser agresores sexuales por obra y gracia del "yo sí te creo".
La pirámide marrón se desmoronó. Decían que iban a volver a forjar al ser humano para hacerlo mejor y liberarlo de sus viejos vicios, pero lo único que hicieron fue cagarse encima de la gente. ¿Qué provocaron? ¿Qué germinó? Sudamericanos votando a Trump, mujeres argentinas antifeministas, terraplanismo, deportaciones, virginidad, memes y niñatos de 16 que gritan "viva Franco" para joder al profe woke.
Que a todo ese rigorismo moral vacuo y opresivo iba a sucederle un despendole reaccionario estaba claro. Y ahora nos toca sufrir las consecuencias, pero a los escatológicos les toca tragarse todo lo que excretaron. Es la única parte de la película que uno disfruta.
#1 Soto Ivars de lo mejor de este país, gracias por el envío, se lo envío al momento a mi hijo gran admirador de Soto Ivars, por cierto de donde habrá sacado ese nombre?
Muro de pago. Me apetecía leerlo porque, aunque no comparto ese matiz vengativo, estoy hasta los c****** de las mierdas woke. Pero tranquilos que en la próxima guerra/ gran crisis económica se acaban todas las tonterías.
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Decían que iban a volver a forjar al ser humano para hacerlo mejor y liberarlo de sus viejos vicios, pero lo único que hicieron fue cagarse encima de la gente
Juan Soto Ivars
Durante los últimos quince años hemos vivido un fenómeno cultural asombroso. La gente más insufrible, envidiosa, pedante, mediocre y frustrada del planeta se dedicó a construir con impunidad una inmensa pirámide con sus excrementos doctrinales. Eran cacas multicolor, como los emoticonos de WhatsApp, excretadas en forma de consignas y reglas para la sociedad. Hedían.
La intención de esta tropa de comisarios obsesionados con el poder era subirse a lo alto del montón pestilente y dar órdenes desde la cúspide. A base de deposiciones ideológicas, sustituyeron la libertad por la sumisión, la igualdad por la represalia y la fraternidad por la camaradería endogámica. Decían ser la nueva izquierda. Tal vez la vieja izquierda quedó sepultada por la pirámide marrón.
Dónde queda la verdadera izquierda, dónde queda el verdadero feminismo, dónde queda el verdadero antifascismo, etc. Esto era algo que al principio me importaba y después me daba igual. Lo mismo le pasó a mucha gente.
Los excretadores lograron lo único para lo que tenían poder: asustar. Cuando la pirámide empezó a elevarse hubo mucha gente que se quedó anonadada. Aparentaban fuerza con su integrismo. Cuadrillas digitales se hacían pasar por masas, gente vengativa daba rienda suelta a sus linchamientos y escraches, obispos terribles moralizaban la apestosa religión sin trascendencia.
Tanto asustaron con sus acusaciones agresivas, que durante unos años se generó un silencio temeroso. Oías a los pedantes largar sus peroratas soberbias amparados en un estalinismo de chichinabo. Decretaban una manera de ser mujer, negro o gay, joven y viejo, persona a la moda o escoria, y utilizaban a sus grupos fetiche para adornar las pancartas con las que protegían su creciente pirámide excrementicia.
No creían verdaderamente en nada de lo que decían: esto lo supimos más tarde, cuando fueron despeñándose. El daño que han hecho en los últimos quince años a los colectivos que supuestamente defendieron todavía no se puede medir: hay que esperar a conocer la temperatura exacta de la reacción furiosa que han despertado. Lo indiscutible es que quebraron el progreso. Las sociedades occidentales eran cada vez más igualitarias, inclusivas y diversas, pero ellos no podían vivir sin su batalla. Ahora, a saber qué pasará.
Dije hace unos años, en un libro que los excretadores no leyeron, que el péndulo correría en dirección contraria y que nosotros tendríamos que aguantar el resurgir de un nacionalismo conservador durísimo y populista. Dije que el Trump de 2016 era la respuesta a la corrección política y que la respuesta a lo woke sería peor. Dije también que alucinaríamos, mirando atrás, y el momento ha llegado.
Yo he visto a directores de empresa acojonados por las opiniones de una becaria, y a profesores de instituto, dando la razón al más gritón
Nadie hizo nada porque no se atrevían a contradecir la monserga, porque contradecir la monserga provocaba señalamiento, etiquetado, vergüenza. Prefirieron ser discretos y que no les salpicara. Así se inundó todo. Es alucinante que auténticos liliputienses intelectuales de culo gordo lograsen, con sus consignas rellenas de bilis, que multinacionales y gobiernos repitieran la morralla. Yo he visto a directores de empresa acojonados por las opiniones políticas de una becaria, y a profesores de instituto, dando la razón en todo al estudiante más gritón, arrogante y bobo, al estilo Revolución Cultural.
El crecimiento de la pirámide marrón no hubiera sido posible sin la complicidad de la industria, que creyó oler una forma de hacer dinero. Así, mantras de apariencia anticapitalista se reprodujeron en anuncios de maquinillas de afeitar, hidroeléctricas y bolsas de pan de molde. Era imposible poner la televisión sin aspirar el olor, y los excretadores fueron alcanzando la altura máxima en tertulias, películas y ministerios. Sin embargo, el punto de colapso había llegado.
Las normas que impusieron a la sociedad eran demasiado estrictas y la intransigencia estaba tan empapada en la conversación pública, que la gente empezó a pasarlos a ellos por su propio rasero. Vimos muchas cosas. Justin Thrudeau imploró el perdón por una vieja foto en la que aparecía con la cara pintada de negro, viudas negras del escrache feminista recibieron condenas por difamación, ministras de Igualdad soltaron prematuramente a violadores de la cárcel, comisarios políticos tuiteros quedaron aplastados por sus antiguos chistes racistas rescatados del fondo de la red, aliados feministas pasaron a ser agresores sexuales por obra y gracia del "yo sí te creo".
La pirámide marrón se desmoronó. Decían que iban a volver a forjar al ser humano para hacerlo mejor y liberarlo de sus viejos vicios, pero lo único que hicieron fue cagarse encima de la gente. ¿Qué provocaron? ¿Qué germinó? Sudamericanos votando a Trump, mujeres argentinas antifeministas, terraplanismo, deportaciones, virginidad, memes y niñatos de 16 que gritan "viva Franco" para joder al profe woke.
Que a todo ese rigorismo moral vacuo y opresivo iba a sucederle un despendole reaccionario estaba claro. Y ahora nos toca sufrir las consecuencias, pero a los escatológicos les toca tragarse todo lo que excretaron. Es la única parte de la película que uno disfruta.
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edit: vale, veo que lo ha copiado #1