TIERRA DE ACOGIDA - La vergüenza del clasismo de una maleta
“Yo llegué a esta tierra con una mísera maleta de cartón” o “Mírale, ya no se acuerda de cuando llegó con la maleta de madera”
¿Has escuchado alguna vez esas expresiones?
¡Yo sí! Y normalmente en un tono despectivo, como si la pobre maleta tuviera la culpa de sus desdichas.
En los años 50, 60…cuando los emigrantes llegaban a tierras más prósperas huyendo de la miseria de sus pueblos, aldeas…lo solían hacer cargados con una maleta de cartón o madera, en ella llevaban su escasa ropa y algún objeto personal que les recordaba a los seres queridos que dejaban atrás.
Y en la actualidad resulta que esa maleta es motivo de tener que someterse por agradecimiento, insistiendo con el paso del tiempo en reflejar en la puñetera maleta la vergüenza de ser pobre (cuando en realidad se trata de haber sido empobrecidos a conciencia), inculcando al obligado emigrante a sentir agradecimiento por disponer ahora de una maleta de la mejor calidad, para poder así viajar a la tierra de donde te obligaron marchar.
Y como el pobre suele ser bastante obediente en su pueblo se presenta, con dinero en el bolsillo y su maleta nueva, mostrando sumisión y agradecimiento a quienes se enriquecen con su pobreza…
Pero eso sí, gracias a los que le obligaron a marchar de su tierra y a quienes lo acogieron beneficiándose de su pobreza ¡Ya tiene una buena maleta!, nunca olvidemos que el pobre y más si es emigrante debe ser muy agradecido.
Llegados a este punto también debemos mirar el lado bueno de esta historia, ya que la llegada de catetos (¡No nos ofendamos, porque así se nos llamaba… y cosas más feas también!) con sus maletas de cartón, dio la oportunidad de hacer negocio a los fabricantes de maletas y prosperar de un modo considerable. ¡No solo dio vergüenzas la mísera maleta!
Personalmente, agradezco de corazón a quienes me han recibido con los brazos abiertos, acogiéndome con cariño y respeto en su tierra.
Pero no me pidas que me rompa la camisa por tu bandera e ideales, porque no lo haré.
¡Qué no! Que yo no soy de banderas, ni de defender a muerte la ideología de un partido político, tampoco de tener fe ciega a ninguna religión, mucho menos de seguir incondicionalmente a una persona idealizada.
No pienso venerar a quienes me empobrecieron ni a quienes se enriquecen a mi costa.
Victoria C.P