Sobre los 22 (no 44) etarras de las listas de Bildu y el papel de Jardun
En esta lista podéis ver las identidades de los 44 candidatos de Bildu que han sido señalados como etarras www.20minutos.es/noticia/5126628/0/eh-bildu-incluye-en-sus-listas-muni. Exactamente la mitad militaron en ETA, 7 de ellos participaron directamente en asesinatos y el resto fueron condenados por colocar bombas que no mataron a nadie, almacenar armas, ayudar a comandos a pasar la frontera o dar información a la banda sobre los movimientos de sus víctimas. La otra mitad se compone de unos 5 condenados por kale borroka, otros condenados por pertenecer a Gestoras proamnistía o EKIN (organizaciones de la órbita abertzale dedicadas a la agitación política exclusivamente) y alguno (como el histórico de HB Adolfo Araiz) que nunca fue condenado pero no sé por qué le meten en la lista.
Es cierto que Bildu presenta a unos 2000 candidatos a estas elecciones y, con ello, los 22 etarras de sus listas no llegan ni al 2% del total. Pero tampoco me cabe duda de que les han presentado como candidatos precisamente por ser etarras, aunque el motivo que les ha llevado a ello no es, a mi juicio, el mero deseo de enaltecer a los terroristas. Vamos por partes: la vieja HB (que hoy se llama Sortu y es uno de los partidos que integran la coalición electoral Bildu junto a otros como Alternatiba o EA que siempre han condenado el terrorismo) solía presentar en sus listas a terroristas de ETA con delitos de sangre, y lo hacía porque HB era compañera de los asesinos, participaba de su estrategia totalitaria y usaba todos los medios que el sistema le proporcionaba para generar apoyo social hacia ETA y atemorizar a quienes discrepaban de sus postulados. Esto es algo tan obvio que no necesita explicación, pero si alguien la precisase, sólo tiene que buscar los mítines de HB que, por sistema, acababan con un encapuchado en la tribuna leyendo un comunicado de ETA mientras todos gritaban "gora ETA militarra", o los funerales de miembros de ETA con miembros de la Mesa Nacional de HB llevando el féretro, o las mociones de HB en los ayuntamientos pidiendo que se declarase hijos predilectos a los etarras que morían en un tiroteo con la guardia civil o porque les explotaba la bomba que portaban.
HB, aparte de dar puestos preferentes a etarras en sus listas (como Josu Ternera en la lista al parlamento vasco en las elecciones de 1998), no participaba de la política española. Se presentaban a las elecciones generales, pero si obtenían algún diputado, éste se tiraba la legislatura sin pisar el congreso. Tras el fin de ETA, Sortu se integra en Bildu y parece que, al rodearse de buenas compañías, cambia el chip y se convierte en una fuerza útil para la clase trabajadora que fuerza al Gobierno central a subir las pensiones mínimas, los salarios, llevar a cabo medidas sociales todavía más ambiciosas que las que propone Podemos...es decir, hace lo que un partido de izquierdas democrático debe hacer, y eso pone a cien a la derecha rancia y la ultraderecha que, aparte de tener un filón electoral en el terrorismo, les odian por ser independentistas y de izquierdas más que por su pasado de connivencia con ETA (igual que odian y, en el caso de Vox, pretenden ilegalizar a ERC, por ejemplo).
La nueva estrategia de Bildu llevó a que sus resultados electorales llegasen a rozar el 30% en las autonómicas de 2020, cuando HB nunca llegó siquiera al 18% y, en las elecciones autonómicas del año 2001, se quedó en el 10%. Era obvio: la connivencia de HB con ETA era demasiado para el estómago de muchos independentistas de izquierdas que sentían repugnancia ante los crímenes etarras, y cuando esa infame historia quedó atrás, se animaron a votarles por primera vez. Quedaba probado que ETA no sólo era moralmente abyecta, sino un lastre inmenso para el mundo independentista de izquierdas. Entonces ¿Por qué repetir ahora los errores del pasado y meter a terroristas con delitos de sangre en las listas?
La respuesta se llama Jardun. Por desgracia, hay una pequeña parte de la sociedad vasca (no más del 5-7%) que apoyaba y apoya el terrorismo. Mayoritariamente encuadrada en los viejos feudos carlistas (hoy abertzales) del Gohierri guipuzcoano y las zonas limítrofes de Navarra, son fanáticos para quienes un trapo pintado justifica pegar un tiro en la nuca a un albañil que decide presentarse a concejal. Y no están nada contentos con la nueva estrategia de Bildu. Cada vez con más intensidad, les consideran cómplices del Estado, traidores a los gudaris, meros nacionalistas no independentistas...y han creado unas estructuras que posiblemente acaben con la fundación de un nuevo partido que se enfrente a Bildu.
Jardun es para estos fanáticos lo que KAS (Koordinadora Abertzale Sozialista) era en los años 80-90. Una coordinadora que agrupe a las diversas organizaciones del mundo abertzale para luchar a muerte por una Euskal Herria libre e independiente (o dicho de otra forma, para atemorizar y destruir a todo el que discrepe de ellos). KAS coordinaba formalmente a la organización juvenil Jarrai, el partido HB, las Gestoras proamnistia...y ETA, que en la práctica era quien llevaba la batuta. Jardun pretende copiar esta estructura y volver a la carga De momento tiene a Jarki (equivalente a Jarrai) y ATA (Amnistía ta Askatasuna, que posiblemente acabe transformándose en partido y compitiendo con Bildu).
Metiendo asesinos en sus listas, Sortu (que es el partido mayoritario en Bildu) pretende mantener a su electorado más radical y no engordar a Jardun. Eso es lo que creo. No me parece una estrategia ética ni útil, pues la inmensa mayoría de la sociedad vasca repudia los crímenes totalitarios, y los nostálgicos del terrorismo son manifiestamente marginales, máxime cuando existe un partido independentista de izquierdas que funciona y consigue mejorar la vida de los ciudadanos. Si todos ellos se fuesen a Jardun y montasen su partido, sólo les esperaría la más absoluta irrelevancia, pues no tienen nada que ofrecer salvo odio, miseria moral y dolor. Por eso Bildu no debió incluir a ningún condenado por pertenecer a ETA en sus listas. Haciéndolo, ha dado una excelente munición electoral a PP-Vox y seguramente ha alejado a más de un votante que, siendo independentista y de izquierdas, no tolera que se premie a los asesinos. Como la inmensa mayoría de las veces, lo inmoral ha sido, a la vez, inútil y contraproducente.