Ojalá vivas tiempos interesantes
Asistimos a momentos interesantísimos por obra y gracia de nuestros amados líderes. Tan interesantes que aburren soberanamente. Será la maldición china, a la que me resisto a acudir, pero de verdad es que ahora mismo ha alcanzado el nivel tedioso a más no poder. El papel de la política ha quedado reducido a un juego entre jueces y letrados, mientras los electos se inhiben ante el horrible acto de tomar la iniciativa. El juego de la silla ha alcanzado cotas de sublime en lo tramposo y antidemocrático, con obras de arte kitsch como la búsqueda de puchi en maleteros ajenos. En cualquier territorio hay unas 10 familias que se llevan calentito el asunto, y ahora asistimos al siguiente entreacto de los tejemanejes de sus marionetas en esta obra de pésimo gusto que se llama "lo prusés”. Parece que estemos asistiendo a los 15 últimos minutos de un partido de baloncesto más que otra cosa.
Debatía la semana pasada con una buena amiga acerca del avance en el autogobierno de Cataluña desde 1978 para acá, y dimos un buen repaso a lo mucho que se puede hacer en esta tierra si no se hubiera llenado de mangantes en los sitios clave. Ella, tras el primer asalto a cuestión, acabó renegando de cualquier vestigio de catalanidad, españolidad o incluso de haber respirado el aire de la costa brava. La honestidad y los valores morales están bien para la teoría, pero pasárselo por el forro es símbolo de cristiano viejo, algo tan español como de los países latinos; la sensación de que aquí vale todo, que lo público es de nadie, y no tener ningún tipo de remordimientos al robar, matar, y despellejar al prójimo es algo inherentemente católico como que te prometan la absolución de tus pecados (bulas papales aparte, y en contante y sonante). Es decir: en países protestantes, que no están faltos de corruptelas, el concepto de pecado te lo llevas a la tumba (el no robarás lo tendrás que discutir en el presunto juicio final). Por no hablar ya de países donde directamente es impensable un comportamiento tan escandaloso, como Japón. Eso nos lleva, en cualquier caso, a tener a gente sin escrúpulos haciendo lo que le da la gana, con legislación a medida y con financiación de nuestro bolsillo pegándose una vida opulenta por encima de nuestras posibilidades.
La revolución francesa, el detonante que movió los cimientos de un estado absolutista y católico en Europa, tras el paso de unas cuantas generaciones diluyó su espíritu de cortar la caspa por lo sano en costumbres más civilizadas, pero nuestros vecinos del norte conservan como sociedad el recuerdo de lo bien que sienta separar la cabeza del cuerpo del sátrapa de turno. En esta piel de toro, conformistas y menos dados a reacciones viscerales contra el poder establecido, aún conservamos los vicios del antiguo régimen y vemos apellidos notablemente rimbombantes (y a menudo impares y compuestos) en las posiciones clave. Gente que no hace nada y se lo lleva crudo en posiciones muy por encima de sus capacidades profesionales, que pagamos religiosamente con nuestros impuestos. Ahora, el grupo de ultracentristas que parece ganar el partido gracias a los jueces designados dedocráticamente para su mayor impunidad, busca revertir la descentralización iniciada con la constitución del 78, inspirada (por no decir fusilada) de la alemana. Los esfuerzos locales, con una policía autonómica a su servicio y toda la maquinaria propagandística del grupo audiovisual de TV3/CatRadio, aunque asfixiada por Hacienda, aun hace sus pinitos. La presunta imparcialidad de los medios de comunicación hace que todo este esperpento sea un pésimo circo para el que tiene que digerir medias mentiras o cortinas de humo dignas de un Ninja, lo que una vez combinado con el miserable pan que se redistribuye tras la crisis de 2009, nos da el contexto en el que hemos retrocedido durante los últimos 20 años como sociedad.
Diviértanse con el siguiente entreacto; mientras tanto, entre dilaciones y patéticas maniobras de distracción, nuestros anfitriones, a reloj parado, no tienen ninguna prisa en afrontar ningún reto político más allá de perpetuarse en la poltrona. Quizá tengan listos los nuevos recortes de prestaciones sociales y servicios públicos entre bambalinas, así que no se olviden de gritar "independència" o "a por ellos" según su fuente de (des)información favorita. Y recuerden que entre los hípsters ahora está de moda rebuscar en la basura, reciclar muebles con cartones o buscar medios alternativos para la calefacción, como la socorrida manta, macetas con velas y cualquier otro truco que puedan usar para aislar la casa y llevarle la contraria a la segunda ley de la termodinámica. Jubilados y postmillenials todos, parados de larga duración, subempleados y pluriempleados a tiempo parcial, queridos falsos autónomos: disfruten de este, su tiempo, el tedioso más de lo mismo.