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Golpe de Estado en Rusia: Prigozhin reta al viejo déspota

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Si basas la legitimidad de tu gobierno en el ultranacionalismo, la imposición de un pensamiento único basado en el tradicionalismo más rancio, la persecución del disidente y la glorificación de la fuerza bruta personificada en un líder temible, corres el riesgo de que un nuevo macho dominante aparezca en escena y te diga "viejo, te has vuelto blando y ya no das la talla. Pelea conmigo o apártate y deja paso a un hombre de verdad con los cojones necesarios para hacer lo que hay que hacer". Y eso le sucedió a Putin ayer con Prigozhin.

Todo empezó con la demencial decisión de invadir Ucrania para convertirla en un Estado títere dominado por Rusia. En los regímenes despóticos, como en las sectas, la sumisión absoluta al líder es requisito esencial para trepar hacia los centros de poder. La eficiencia, la honestidad y la capacidad son irrelevantes: quien lame las botas del déspota con mayor fruición, llegará más lejos, y quien discrepe lo más mínimo será purgado. Teniendo en cuenta que Putin lleva un cuarto de siglo siendo el tirano absoluto de Rusia, ha tenido tiempo suficiente de limpiar toda Administración rusa de cualquier elemento discrepante y coparlas con los lacayos más serviles.

Esto tuvo un impacto decisivo en la invasión de Ucrania. Putin soñaba con recuperar la Rusia imperial de los zares "reconquistando" en todo lo posible los territorios independizados tras la caída de la URSS. Y sus lacayos de las cúpulas del ejército y los servicios de inteligencia, deseosos de mostrar su incondicional sumisión al líder, le dijeron lo que quería oír pese a ser sabedores de su total falsedad: Ucrania es prorrusa y se muere de ganas de que la "liberemos", nos recibirán como a héroes, su ejército es penoso y además se sumará en gran parte a nuestras tropas porque anhelan ser rusos, nuestro ejército es el segundo mejor del mundo, Occidente no se atreverá a apoyar a Ucrania por miedo a nuestras armas nucleares...y Putin se lo tragó, ordenando la invasión.

Comienza la guerra y los ucranianos, pese a su manifiesta falta de medios militares, resisten con una fortaleza titánica frente a los ocupantes. Occidente vacila durante los primeros días, analizando la situación para ver si el potencial humano ucraniano es lo bastante fuerte como para ganar la guerra. Y cuando ven que los ucranianos defenderán su tierra con uñas y dientes, se deciden a apoyarles militarmente. Putin amenaza vanamente con sus armas nucleares, algo ciertamente patético porque cualquiera con dos dedos de frente sabe que, si se atreviese a usar una sola ojiva nuclear, Occidente destruiría Rusia, y precisamente por ello todos sabemos que jamás lo hará.

La guerra se convierte en una sangría, Rusia pierde cientos de hombres cada día y Ucrania recupera enormes bolsas de territorio ocupado. Putin mete la cabeza bajo el ala y decide no avanzar ni retroceder. No retira sus tropas de Ucrania porque implicaría asumir la derrota, pero tampoco decreta una movilización general porque sabe que llevar a millones de jóvenes urbanitas rusos a la guerra destruiría su popularidad (aparte de que tampoco cambiaría mucho las cosas, pues lo decisivo es la escasez de armamento que tiene el ejército ruso). Decide, por tanto, mantener en un matadero absurdo a cientos de miles de soldados rusos de forma indefinida. Esto ha provocado la muerte de más de 100.000 rusos a día de hoy.

Y aquí entra en juego Prigozhin. Multimillonario ruso con un ejército privado de mercenarios de más de 30.000 hombres (el Grupo Wagner), ha tenido un papel decisivo en la guerra de Ucrania. Sus mercenarios, muchos de ellos expresidiarios y extremadamente brutales, son mucho más duros y sanguinarios que las tropas regulares rusas, y han sido decisivos para mantener no pocas zonas del frente. Prigozhin siempre ha hecho gala de su ultranacionalismo y su defensa de la guerra total contra Ucrania, acusando al Ministro de Defensa de cobarde, pusilánime e indolente ante la muerte de decenas de miles de soldados, y exigiendo una movilización general y un incremento exponencial del suministro de armas (que Rusia no tiene) para ganar y conquistar toda Ucrania. Sus ansias de poder son igualmente conocidas, y muchos dicen que sueña con sustituir a Putin.

Ayer Prigozhin difundió un vídeo de un supuesto ataque del ejército ruso a un campamento de sus mercenarios donde afirma que murieron unos 200. Y declaró la guerra a Putin. Tras ello, movilizó a sus tropas conquistando las capitales de las provincias rusas de Rostov y Voronezh. Desde allí ha enviado varios convoyes con miles de mercenarios para tomar Moscú y derrocar a Putin. Muchos soldados regulares rusos, hartos de la sangría de Ucrania, se le están uniendo. Putin ha mandado aviones de guerra y helicópteros (varios de ellos derribados ya) a bombardear sus columnas. La guerra civil está servida.

Los 25 años de putinismo han convertido Rusia en una inmensa cárcel donde se encarcela a los disidentes, se persigue a los homosexuales, la religión invade la vida civil, la corrupción es generalizada (pues mientras te arrodilles ante el líder puedes robar hasta el infinito), la ineficiencia de la Administración es palmaria, la pobreza de los rusos es atroz y los millonarios a la sombra de Putin se multiplican. Ese clima de oscurantismo y terror a desagradar al líder propició la locura que supuso la invasión de Ucrania, decidida por un déspota ciego que desconocía la debilidad de su ejército (fruto en gran medida de la corrupción de sus mandos y los desvíos de fondos para comprar armas a sus cuentas en Suiza) y la fortaleza del pueblo ucraniano.

Por eso, desde el primer día, defendí que debíamos armar a Ucrania hasta los dientes, porque es un pueblo que quiere desterrar el Antiguo Régimen y ser Europa, y luchará a muerte por ello. Gracias a esas armas estamos derrotando la barbarie de Putin y sus secuaces. Si hubiésemos dejado sola a Ucrania, hoy Putin estaría fusilando a sus líderes, colocando en el poder a un perro suyo tipo Lukashenko el bielorruso, y torturando a cualquiera que osase exhibir una bandera ucraniana. Y, por supuesto, pensando en el siguiente país a invadir.

Lo ideal sería que la guerra civil rusa acabase con el derrocamiento de Putin y la devolución del poder a la sociedad civil (hoy oculta en las catacumbas tras 25 años de dictadura putinista). Pero, visto el perfil de Prigozhin, si derroca al tirano acabará convirtiendo el país en algo todavía peor. Y es difícil que la cosa acabe sin que gane uno de los dos (yo apuesto por la victoria de Putin). Eso sí, su desarrollo debilitará notablemente al ejército ruso, y espero que Ucrania aproveche para lanzar con la máxima contundencia su contraofensiva y recuperar los territorios ocupados. Y que cuando la guerra civil acabe, el ganador esté tan exhausto como para no representar una amenaza hacia sus vecinos. Y que interiorice que si invades países para convertirlos en colonias, pagarás un precio tan alto que no te quedarán ganas de volver a hacerlo. Aunque de una forma que nunca imaginé, parece que Occidente (y ante todo la heroica Ucrania, libre y europea) está metiendo en cintura a la tiranía rusa.

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