#48 Un Estado no tiene por qué facilitar la participación política con el objetivo declarado de destruirlo.
Pueden defender sus ideas en partidos de ámbito estatal: buena suerte convenciendo a los extremeños de que Cataluña está agraviada porque el Cercanías llega media hora tarde...
#49 Lo que no tiene que permitir un Estado democrático y de derecho es su destrucción por vía de la violencia. La participación política, el intercambio y la confrontación de ideas no tienen por qué ser impedidas mientras sólo sean palabras. La base legitimadora del Estado democrático y de derecho es que se concibe capaz de prevalecer porque convence a la mayoría de que es válido y necesario, al tiempo que tolera la discrepancia.
Claro que el Estado democrático de derecho que tenemos no es mucho de ninguna de las dos cosas y otorga protagonismo a grupos muy minoritarios sobre otros más amplios, aunque no mayoritarios. Eso se debe a una ley electoral mal hecha a propósito. Pero viene prevaleciendo sobre ideas limitadas y dicrepancias que devienen odio.
#51 Se defiende de las ideas con mejores ideas de base y con ideas más aceptadas. De lo violento, suave o no, se defiende con leyes, sanciones y el último recurso de la violencia, de la que ejerce monopolio, bien con seguridad del estado, bien con fuerzas armadas.
La violencia contra las palabras nunca soluciona nada de verdad. Las puede contener por un tiempo, incluso décadas. Pero las palabras reaparecen porque representan una realidad que sigue existiendo.
#52 Claro, violencia contra las palabras no. Además del problema ético, sabemos que no funciona.
Se trata de mantenerles fuera de las instituciones: "oye, sin estos valores mínimos, aquí no puedes estar".
Coño, lo mismo que hacen ellos en sus partidos, nada exagerado.
Una buena forma es asegurarse de que representan a un mínimo de personas en el conjunto del país. Si no llegan... mala suerte. Les quedan los bazokis, la herrikos y odium cultural para debatir sobre sus cosas y llorar.
#53 La mejor manera de asegurarse de que tienen una representación baja es que sus votantes dejen de votarles porque se convenzan de que no les llevan a ningún sitio, sólo les venden un cuento. Y que el voto de todos los españoles valga lo mismo, que todos los partidos, dentro de unas reglas estrictas, compitan en igualdad por los votos.
Pero se hace difícil cuando ves que otros partidos, mayoritarios, no dan ejemplo y no les pasa nada.
La milonga eterna del PSC para defender que se puede sorber en un sitio y soplar en otro.
Además de ser falso: claro que les lleva a un sitio. El país vasco es una de las regiones más prósperas gracias en buena parte al timo del cupo vasco: yo me pago mi parte, y la parte de todos no la calculamos... la negocio. Nos ha jodido: que te proponga lo mismo un vecino en una junta, a ver qué le dices.
Que hacer las cosas de forma que perjudique tanto al conjunto como a los demás sea beneficioso supone un incentivo perverso a hacer las cosas mal.
Ese incentivo perverso hay que eliminarlo sin contemplaciones.
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Pueden defender sus ideas en partidos de ámbito estatal: buena suerte convenciendo a los extremeños de que Cataluña está agraviada porque el Cercanías llega media hora tarde...
Claro que el Estado democrático de derecho que tenemos no es mucho de ninguna de las dos cosas y otorga protagonismo a grupos muy minoritarios sobre otros más amplios, aunque no mayoritarios. Eso se debe a una ley electoral mal hecha a propósito. Pero viene prevaleciendo sobre ideas limitadas y dicrepancias que devienen odio.
A ver si te crees que no lo hacen TODOS los Estados unos de otros.
Además, la violencia puede llegar cuando ya es demasiado tarde: no paras una "revolución de colores" hoy, y en una década estás en guerra.
La violencia contra las palabras nunca soluciona nada de verdad. Las puede contener por un tiempo, incluso décadas. Pero las palabras reaparecen porque representan una realidad que sigue existiendo.
Se trata de mantenerles fuera de las instituciones: "oye, sin estos valores mínimos, aquí no puedes estar".
Coño, lo mismo que hacen ellos en sus partidos, nada exagerado.
Una buena forma es asegurarse de que representan a un mínimo de personas en el conjunto del país. Si no llegan... mala suerte. Les quedan los bazokis, la herrikos y odium cultural para debatir sobre sus cosas y llorar.
Pero se hace difícil cuando ves que otros partidos, mayoritarios, no dan ejemplo y no les pasa nada.
La milonga eterna del PSC para defender que se puede sorber en un sitio y soplar en otro.
Además de ser falso: claro que les lleva a un sitio. El país vasco es una de las regiones más prósperas gracias en buena parte al timo del cupo vasco: yo me pago mi parte, y la parte de todos no la calculamos... la negocio. Nos ha jodido: que te proponga lo mismo un vecino en una junta, a ver qué le dices.
Que hacer las cosas de forma que perjudique tanto al conjunto como a los demás sea beneficioso supone un incentivo perverso a hacer las cosas mal.
Ese incentivo perverso hay que eliminarlo sin contemplaciones.