Propaganda de guerra
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En otoño de 2004, el presidente Zapatero invitó a cenar a la Moncloa a un selecto grupo de periodistas (entre los que se hallaba mi padre) para hacer un balance informal de los primeros meses de una legislatura que había arrancado en primavera. A pesar de mi probada capacidad para soltar impertinencias y abochornar al prójimo con incorrecciones políticas, se me permitió sumarme a ese grupo, siempre con la condición de que no abriera la boca en toda la velada.