No llueve igual para todos
Prevengo al lector de antemano: cuidese de etiquetar ligeramente, y deje los prejuicios en casa.
Siempre he sido crítico, como libertario, con el sistema. Si hay algo en lo que creo, es en la libertad del individuo y en sus derechos inalienables. Y en sus responsabilidades, la responsabilidad que conlleva la libertad de no meterse en las libertades de otros. Y de otras, que ahora no está de moda el masculino genérico por muchos siglos de tradición románica que tengamos.
Si algo tuvo de divertido el liberalismo fue el posicionar la libertad individual frente al poder del estado, donde los hombres (y las mujeres) fueran de facto iguales ante la ley y a todos los efectos ciudadanos con las mismas obligaciones y derechos. La igualdad, por muy loable que sea, es un constructo legal, artificial, y ha conseguido borrar milenios de evolución donde el poderoso impera y el débil cria malvas.
Y hablando de poder, y de relación de poder, la fisiología ha dado un físico diferente a hombre y mujer, donde el hombre es, en general de mayor tamaño, y por consiguiente dispone de más musculatura. Ideal para batirse en duelo singular, luchar, y darse de hostias con la vida. Pero nacer hombre, pese a la ventaja física, está lejos de ser un chollo: como material fungible que somos, se espera que "las mujeres y los niños se salven primero". Lo que precisamente no reclaman las femrads del machete al machote. Donde la fuerza física brilla, la capacidad emocional y de manipulación de la mujer lo eclipsa: nadie habla de quién mueve los hilos, de quién obliga al hombre a que mueva el culo, de quién prepara la cabecita de Sísifo para que vaya a desafiar a los dioses y reciba el pedrolo de regalo.
Las femrads tampoco reclaman la obligación de tragar con interminables jornadas laborales, presión, competir por una mejor posición para pagar una buena educacion y dar una buena vida a la familia, todo en silencio, bajo la cantinela de "sé un hombre, joder, y échale huevos". Tampoco veo que reclamen los trofeos del patriarcado que nos da el privilegio de vivir menos, o de disfrutar de mayores oportunidades de suicidarnos, de acabar en la cárcel.
Respecto a la libertad sexual, es un tema divertido. Descontando a los que llevan raptando Sabinas y violando niñas para casarse desde que el mundo es mundo (entre otras salvajadas), casos sangrantes que difícilmente se pueden tolerar, lo normal es que veamos el "marry-up" como objetivo fundamental, el clásico cuento de la cenicienta: el Richard Gere que las convertirá en la Julia Roberts que siempre, secretamente, quisieron ser. Y algunas harán lo que haga falta. Y denunciarán si no se salen con la suya. Y algunos se aprovecharán de la situación, y algunas no se saldrán con la suya. Y alguna (y alguno) se saldrá con la suya, arruinandose sus tristes y efímeras vidas en el intento.
La posibilidad de que seas un pelacañas y te cases con una directora general de un banco es divertidamente baja. Pero una limpiadora podría conseguirlo con un director si juega bien sus cartas (especialmente si es una mujer hermosa, o está como un tren o las dos cosas). Y eso es porque llevamos incrustados en los genes que el marry-up se hace por un lado para conseguir poder y estabilidad, y por el otro para conseguir el mejor especimen posible para transmitir los genes. Hasta aquí el argumento antropológico.
La consecuencia inesperada de la educación superior de la mujer frente al hombre, es que cada vez quedan menos especímenes para el marry-up que proporcionen mejores salarios y posición social, con lo cual, la posibilidad de que la mujer reclame un especimen de "mejor calidad" se ha reducido considerablemente, y los roles tradicionales se invierten. Es mejor ligar por tinder, pasarse por la piedra lo que caiga, y quejarse de que todos los hombres son iguales: unos cerdos insensibles.
Y de ahí llegamos a que estas leyes represivas, que acaban con la igualdad ante la ley, y que te hacen culpable por defecto por culpa del cromosoma Y, llevan a una sociedad andrógina y deshumanizada, donde para echar un clavo es mejor tener un contrato por obra y servicio para evitar problemas legales, usando un certificado digital firmado por tinder, claro.
La mujer feminista de tercera ola ha decidido cambiar al marido por el estado, como proveedor de servicios. Por tanto, en resumidas cuentas, se busca una paga y bienestar, y pocos quebraderos de cabeza. Libres del yugo opresor del machirulo y del heteropatriarcado, solo les queda reclamar que la remuneración de un puesto de asesora de igualdad de género, conseguido con un doble master en sociología aplicada y políticas, junto con la reducción de jornada gracias a la maternidad conseguida mediante inseminación artificial de un donante anónimo, sea igual al que gana alguien que suelda tuberías a gran profundidad, o de quien realiza trabajos verticales en rascacielos, o del que recoge residuos tóxicos. Es mejor hablar de "diferencia salarial de género insalvable".
Abran fuego.