Feliz 2024 ¿a todos?
No, a todos no. Feliz año para los accionistas del complejo industrial-militar, a los lobbies que han hecho posible vaciar los arsenales de la OTAN, a los políticos que han hecho acto de vasallaje a los Estados Unidos, a los que planifican y organizan las guerras, a los depredadores del sistema neoliberal, a los que atomizan y alienan a las personas para que no se organicen, a las aseguradoras médicas y a la industria farmacéutica, que están haciendo su Agosto.
Empezaré por algo sencillo. En un momento de satori, tras ver unos cuantos episodios de survival (os la recomiendo, muy reveladora), se confirma que los grupos que se organizan y trabajan juntos, tienen mayor posibilidad de supervivencia en un entorno hostil que los que no.
Parece una chorrada, parece que hemos olvidado cómo hemos llegado a día de hoy: organizándonos por el bien común. No todo vale, hace falta una estrategia, y un líder que la lleve a cabo sin miramientos. Sin ambas cosas, el grupo está condenado.
Bien, una de los motivos que me alejan del marxismo es su visión materialista de la vida del hombre: viendo esas prácticas (que nos garantizaron la supervivencia) como algo a superar, tengo la ligera sospecha que la destrucción de la familia, como correa de transmisión de los valores del sistema, incluyendo la forma de organizarse como sociedad, no trae nada bueno. Porque acabar con la moralidad tradicional, a pesar de que parecía una buena idea, no termina de funcionar muy bien, porque al final el rasgo más elemental del hombre, es que es egoista por naturaleza. pero también necesita un propósito para no caer en la nausea (lo absurdo de una existencia que no tiene sentido).
Los que dirigen la sociedad actual, conscientes de ello, han implementado un sistema para impedir (o congelar en el tiempo) cualquier tipo de avance social. Conscientes de que la chusma necesita un propósito si no está organizada, conscientes de que la unión para conseguir un objetivo es lo que hace que haya una posibilidad de cambiar las cosas, se ha fomentado el individualismo y destruído (con más o menos éxito) a las familias como red de soporte. ¿Cómo? Pues con técnicas de marketing individualizadas (eres especial, tú eres único, tú te lo mereces todo).
Tenemos como resultado una sociedad de malcriados, que es tan ludita como narcisista. Que lo quiere todo aquí, y ahora. En una época marcada por la inmediatez de resultados, el hecho de que tengas que leer para procesar un pedacito de información, y no hablamos ya de razonar el contenido, es antinatural y aburrido. Y en 30 segundos, se aburrirán y buscarán nuevas sensaciones. Y sin esas sensaciones, sin ese continuo estímulo, la nausea acecha.
Por tanto, conceptos abstractos como "planificar", "esperar", y en definitiva, sembrar para cosechar, están muy lejos de la capacidad de comprensión de ciertas cabecitas criadas, educadas y convencidas de que todo ha de ser inmediato para ellos porque son únicos e irrepetibles. Pobres cabecitas, no sospechan que con Franco, sin cambio climático, y con el Imperio gringo en su apogeo, hubieran vivido mejor. Porque eso es historia antigua que a nadie le interesa.
En estos días oscuros, en cuanto la influencia de las corporaciones empiece a remitir, nuestros queridos unicornios rosa, castrados, consumiendo hormonas, tatuados, empoderados, empezarán a tener pensamientos oscuros acerca del sentido de una existencia dedicada a consumir que ya no les da la droga que necesitan: el aquí, el ahora, la satisfacción personal. Y los que no, los que no tienen un faro moral que les guíe, sin un manual de instrucciones al que encomendarse, tendrán que hacer como el médico en "La Peste" de Albert Camús, o quitarse de enmedio a lo Madame Butterfly (o con algún método más expeditivo).
El hombre, en definitiva, si se ha asumido que ningún ser supremo va a venir a salvarnos, no tiene control sobre nada: es inevitable que encontremos la vida como una circunstancia irracional, y hemos de aprender a valorarla precisamente por ese motivo.
La alternativa, que la hay, es que si no nos ponemos a trabajar como sociedad, no conseguiremos nada. O si se prefiere, Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo, porque hay quien necesita creer, y hay quien necesita cumplir con un fin ulterior para dar sentido a la vida. Ambas cosas funcionan, y hay que recordar que tener esperanza es lo que nos ha salvado siempre de nosotros mismos.
Hemos de elegir, y hemos de tener esperanza. Pero eso es lo que nos niega la sociedad occidental actual. Lo interesante, como en la maldición china, es vivir unos tiempos donde el mundo que conocimos se está cayendo a pedazos en cuanto al medio ambiente, decreciendo económicamente y en términos de población, y en retroceso (o extinción) en cuanto a valores y principios.