Hombre Lovecraft tiene cosas buenas. Recuerdo uno de mis miedos de juventud, aquí lo titularon El color que vino del espacio, madre mía que miedo. Su mitología de Chulthu (¿se escribe así?) tiene cosas majas, como esa ciudad con calles curvas a lo Borges (¿Miskatovic o algo así?) o el concepto de los primordiales. Pero a veces tiene idas de olla. Su aversión al mar es impresionante.
Otro de los cuentos que más miedo me dieron cuando era crío fue de uno de sus escritores amigos, no recuerdo el nombre, uno de esos con los que sostenía correspondencia. Se trataba de un sepulturero y... bueno, pues eso, que me dio mucho miedo entonces (ahora me daría más).
Hombre Lovecraft tiene cosas buenas. Recuerdo uno de mis miedos de juventud, aquí lo titularon El color que vino del espacio, madre mía que miedo. Su mitología de Chulthu (¿se escribe así?) tiene cosas majas, como esa ciudad con calles curvas a lo Borges (¿Miskatovic o algo así?) o el concepto de los primordiales. Pero a veces tiene idas de olla. Su aversión al mar es impresionante.
Otro de los cuentos que más miedo me dieron cuando era crío fue de uno de sus escritores amigos, no recuerdo el nombre, uno de esos con los que sostenía correspondencia. Se trataba de un sepulturero y... bueno, pues eso, que me dio mucho miedo entonces (ahora me daría más).
El solitario de Pasadena le llamaban ¿no?