Una de las divertidas consecuencias de exigir el C de catalán, tras 40 años de "fem païs", es que lejos de mejorar y dar una mejor atención al ciudadano, ha fomentado la endogamia en las instituciones locales. La falta de movilidad del funcionariado, y la cantidad de carguitos a medida para los afines a la burguesia catalana, donde chupar de las insituciones es un medio de vida, hace que se polarice la carga educativa en particular y la función pública en general. No es de extrañar que la calidad del sistema educativo esté en entredicho, que falten médicos y enfermeras, que se desvíen sin control ingentes cantidades de dinero público al prusés en forma de subvenciones, y sobre todo que los mecanismos de control no funcionen porque a nadie que tenga poder para pararlo le importa una mierda, porque están todos en el ajo.

Pero a cambio tienes una función pública que no funciona, y a un montón de chupópteros que no saben hacer otra cosa que no sea vivir del cuento de la república de la piruleta, y del buen hacer de los que siguen al pie del cañon a pesar de todo.