Que en Cataluña se hayan triplicado las violaciones en cinco años (de 419 casos en 2019 a 1.280 en 2024, ambos datos correspondientes a nueve meses, de enero a septiembre) es un hecho que no preocupará a nadie, y si preocupa, no se dirá, y si se dice, no se analizará, porque nadie quiere enfrentarse a los resultados de un análisis y que acaben, Dios mío, acusándole a uno de islamófobo o, peor aún, de xenófobo o, peor aún, de fascista. Bien se sabe que los fascistas son muy dados a estorbar la convivencia y a dar su opinión cuando nadie se lo ha pedido. Pero que las violaciones en Cataluña casi tripliquen a las que se dan en Madrid (1.280 frente a 511) escocerá, dolerá y traumatizará a más de uno, y permítanme lo macabro porque a ver si alguien se da cuenta de la gravedad del asunto.
Hay una capa de silencio que cubre este insoportable escándalo. Cuando se acusa a la Iglesia de tapar los casos de pederastia, es esto mismo lo que ocurre en realidad: hacer como si los crímenes no existieran, darlos por descontado y negar la posibilidad de una solución para no poner bajo sospecha el sistema o el modelo social establecido que ha permitido y ampara la ignominia. Nuestras "feministas" gubernamentales, que tienen de feministas lo que yo de gubernamental, seguirán empeñadas en que la culpa es de las películas de Jason Statham, las canciones de Bertín Osborne y las noches de farra de los cayetanos del barrio de Salamanca. O del de Pedralbes, en este caso. Aumentarán, compungidas, el presupuesto del Ministerio de Igualdad y dedicarán más partidas millonarias a la realización de cursos de sexualidad afectiva en Carrascosa de la Sierra, Cogolludo y el Campo de San Pedro, en esa España profunda que, como bien saben, es el núcleo heteropatriarcal de todos nuestros males.
Descubrir que un tercio de las violaciones en España se dan en Cataluña y que esa comunidad autónoma, con aspiraciones no se sabe ya si de nación o de califato, también lidera el ránking patrio de agresiones sexuales, sin duda hará que se repita infinitas veces la palabra "lacra" y que el color morado se saque mucho a pasear, evitando siempre, claro está, las altas horas de la madrugada y ciertos barrios pijos. Y así las "feministas" pormodernas dormirán tranquilos, tranquilas y tranquiles, con la sensación de haber hecho bien su trabajo y tener bien justificado el sueldo. A Canarias, mientras tanto, ya han llegado 250 inmigrantes en lo que va de año. Y no se les ocurra dividir por cuatro ni multiplicar por 365 porque se quedarán cortos y aun así les llamarán fachas.
#3 Más razón que un santo: "Nuestras "feministas" gubernamentales, que tienen de feministas lo que yo de gubernamental, seguirán empeñadas en que la culpa es de las películas de Jason Statham, las canciones de Bertín Osborne y las noches de farra de los cayetanos del barrio de Salamanca. O del de Pedralbes, en este caso. Aumentarán, compungidas, el presupuesto del Ministerio de Igualdad y dedicarán más partidas millonarias a la realización de cursos de sexualidad afectiva en Carrascosa de la Sierra, Cogolludo y el Campo de San Pedro, en esa España profunda que, como bien saben, es el núcleo heteropatriarcal de todos nuestros males".
Que en Cataluña se hayan triplicado las violaciones en cinco años (de 419 casos en 2019 a 1.280 en 2024, ambos datos correspondientes a nueve meses, de enero a septiembre) es un hecho que no preocupará a nadie, y si preocupa, no se dirá, y si se dice, no se analizará, porque nadie quiere enfrentarse a los resultados de un análisis y que acaben, Dios mío, acusándole a uno de islamófobo o, peor aún, de xenófobo o, peor aún, de fascista. Bien se sabe que los fascistas son muy dados a estorbar la convivencia y a dar su opinión cuando nadie se lo ha pedido. Pero que las violaciones en Cataluña casi tripliquen a las que se dan en Madrid (1.280 frente a 511) escocerá, dolerá y traumatizará a más de uno, y permítanme lo macabro porque a ver si alguien se da cuenta de la gravedad del asunto.
Hay una capa de silencio que cubre este insoportable escándalo. Cuando se acusa a la Iglesia de tapar los casos de pederastia, es esto mismo lo que ocurre en realidad: hacer como si los crímenes no existieran, darlos por descontado y negar la posibilidad de una solución para no poner bajo sospecha el sistema o el modelo social establecido que ha permitido y ampara la ignominia. Nuestras "feministas" gubernamentales, que tienen de feministas lo que yo de gubernamental, seguirán empeñadas en que la culpa es de las películas de Jason Statham, las canciones de Bertín Osborne y las noches de farra de los cayetanos del barrio de Salamanca. O del de Pedralbes, en este caso. Aumentarán, compungidas, el presupuesto del Ministerio de Igualdad y dedicarán más partidas millonarias a la realización de cursos de sexualidad afectiva en Carrascosa de la Sierra, Cogolludo y el Campo de San Pedro, en esa España profunda que, como bien saben, es el núcleo heteropatriarcal de todos nuestros males.
Descubrir que un tercio de las violaciones en España se dan en Cataluña y que esa comunidad autónoma, con aspiraciones no se sabe ya si de nación o de califato, también lidera el ránking patrio de agresiones sexuales, sin duda hará que se repita infinitas veces la palabra "lacra" y que el color morado se saque mucho a pasear, evitando siempre, claro está, las altas horas de la madrugada y ciertos barrios pijos. Y así las "feministas" pormodernas dormirán tranquilos, tranquilas y tranquiles, con la sensación de haber hecho bien su trabajo y tener bien justificado el sueldo. A Canarias, mientras tanto, ya han llegado 250 inmigrantes en lo que va de año. Y no se les ocurra dividir por cuatro ni multiplicar por 365 porque se quedarán cortos y aun así les llamarán fachas.
Un día de estos, sacan una versión del "Gato Volador", en plan "el moro violador"