No solo eso: Dado que la especie humana no tiene capacidad para adaptarse a cambios tan rápidos, lo más probable es que recurra todavía más a la tecnología para aliviar las consecuencias (más sistemas de refrigeración, más potentes y en funcionamiento durante más tiempo), lo que llevaría a una mayor necesidad energética y, en consecuencia, un mayor estrés ambiental. La pescadilla que se muerde la cola. Vamos directos a una espiral viciosa.
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