Un presidente de España merecería respeto si viaja al país vecino a exponer con vehemencia, asertividad y claridad las líneas rojas de la buena vecindad. Pero todos los que hemos tenido han ido a agradar al sátrapa, a mayor gloria de su inmensa riqueza y sus relaciones con los monarcas hispánicos, todos siempre limipios y honestos hasta que llega un sucesor.