Pudiera se un buen momento para que se plantease que al presidente del gobierno le elijan directamente los ciudadanos y no los diputados, que obedecen a sus partidos. Alternar elecciones presidenciales y elecciones legislativas sanearía un poco la situación y evitaría los chanchullos habituales de compraventa de votos y diputados.
Con el Congreso atomizado en pequeños partidos regionales (que con una medida así perderían muchísimo poder) un acuerdo para hacerlo es imposible. Nos hemos convertido en la República de Weimar.
#3 He ahí, justamente, la clave del problema. El consenso, siempre vendido como valor positivo, es, en realidad, un reparto, un valor negativo. Los pequeños beneficiarios se opondrán al cambio por miedo a perder lo poco que tienen y ese inmovilismo apuntala el poder de los grandes beneficiarios. Fue el logro de la Transacción, hacer creer a los españoles que habían obtenido el control de su futuro.
#1 Lo que hay que conseguir es liberar el voto de los diputados. No puede ser que cobren varios miles de euros del partido al mes, y si votan distinto a lo que el partido quiere, se les castiga sin pagarles ese extra. Con los 3.000 euros de sueldo, los 1.800 de gasto para vivienda y otro pico para gastos ordinarios, ya van bien sobrados. Pero aunque se prohibiesen los sobresueldos, ya buscarían otra forma de hacerlos llegar. Así que nada, ajo y agua.
#4 De hecho en la Constitución dice que está prohibido el mandato imperativo.
El escaño corresponde al diputado, no al partido. Pero los partidos fingen no saberlo, y el que se mueve no sale en la foto: basta con la amenaza de no volver a la lista en los siguientes comicios.
#4 El tema está en que para conseguir eso hay que legislarlo. Dado que los diputados son los legisladores y son invariablemente serviles con sus partidos, a los que deben casi todo y gracias a los cuales nunca han tenido que trabajar, ¿de qué manera votarían una ley que limitase el poder de sus partidos? Está todo atado y bien atado.
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Con el Congreso atomizado en pequeños partidos regionales (que con una medida así perderían muchísimo poder) un acuerdo para hacerlo es imposible. Nos hemos convertido en la República de Weimar.
El escaño corresponde al diputado, no al partido. Pero los partidos fingen no saberlo, y el que se mueve no sale en la foto: basta con la amenaza de no volver a la lista en los siguientes comicios.