No es casualidad que cuando uno va al campo y respira aire limpio el cerebro se lo agradece con cierta dosis de felicidad. Nos hemos acostumbrado a tragar todo tipo de poluciones, a lo que hay que sumar el convivir con todo tipo de ruidos y ajetreo que tampoco parece que ayuden demasiado al bienestar mental.
Sin embargo, la existencia de las ciudades es inevitable, ya que es una forma de concentrar recursos. Comercios que en pueblos pequeños no podrían existir por falta de público, hospitales y centros sanitarios que agrupan núcleos de población, empresas que tienen mayor facilidad logística a la hora de contratar trabajadores y de distribuir sus productos.
La única forma de conciliar ambas cosas es avanzar hacia ciudades medioambientalmente sostenibles y amigables con sus habitantes, que no sean grandes sacos de contaminación como ha sido desde hace años Madrid. La peatonalización y la restricción del tráfico se tornan así inevitables.
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Sin embargo, la existencia de las ciudades es inevitable, ya que es una forma de concentrar recursos. Comercios que en pueblos pequeños no podrían existir por falta de público, hospitales y centros sanitarios que agrupan núcleos de población, empresas que tienen mayor facilidad logística a la hora de contratar trabajadores y de distribuir sus productos.
La única forma de conciliar ambas cosas es avanzar hacia ciudades medioambientalmente sostenibles y amigables con sus habitantes, que no sean grandes sacos de contaminación como ha sido desde hace años Madrid. La peatonalización y la restricción del tráfico se tornan así inevitables.