Jodo, la pedrada y el retraso que llevan los anglosajones con este tema es de un patético que ya ni hace gracia.
La gilipollez queer y el posmodernismo han llegado a cotas distópicas.
Hacen como el imperio romano de oriente, discutiendo sobre el sexo de los ángeles (aquí con la gilipollez de definir una mujer y los géneros) cuando tenían a los otomanos a las puertas de Constantinopla, en este caso a China comiéndoles la tostada.