¿Por qué viajó Rudolf Hess a la Gran Bretaña? (I) Antecedentes y personalidad de Hess
Rudolf Hess nació en 1894 en Alejandría, en Egipto,1 en una familia acomodada de comerciantes alemanes. Crecer en el Egipto ocupado por los británicos le marcó: siempre creyó en la superioridad de los hombres blancos sobre las “razas inferiores” –en este caso las razas del Medio Oriente – y, además, adquirió una admiración por el Imperio Británico que manifestó luego en su época de jerarca del III Reich.
Hizo estudios superiores de Comercio en Suiza y Alemania, porque su padre quería que se encargara de la empresa familiar. Sin embargo, en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, y Hess se presentó voluntario. Su desempeño como soldado fue notable, recibiendo varias heridas de guerra y varias condecoraciones, entre ellas la Cruz de Hierro de 2ª clase. Estando convaleciente de una de sus heridas, pidió el ingreso en la Luftstreitkräfte (brazo aéreo del Ejército Imperial Alemán); fue incorporado a ella, pero no llegó a combatir como piloto porque terminó la guerra.
Tras la guerra, Hess se unió a la Sociedad Thule y a los Freikorps,2 y se matriculó en la Universidad. Tuvo como profesor a Karl Hofhauser - uno de los creadores de lo que ahora llamamos Geopolítica - que creía en el Lebensraum (“espacio vital”) que Alemania debía conseguir expandiéndose hacia el Este.[Imagen: Hess y Karl Hohauser]
Ya tenemos tres de los puntos que marcaron el carácter de Hess: Supremacismo ario sobre judíos y otras razas inferiores; Defensa de Alemania frente al bolchevismo; Conquista de su Lebensraum hacia el Este.
Faltaba un cuarto punto; Creencia en un Líder carismático, incansable en la defensa de Alemania, despiadado con los enemigos de su país, que vela siempre por los intereses de su pueblo. Encontró esta figura en la persona de Adolf Hitler.
Hess se unió al NSDAP en 1920, tras escuchar uno de los mítines de Hitler. Pronto fue encargado de las actividades organizativas del partido, incluyendo los servicios de orden y protección. Su fidelidad y su devoción al Führer fue absoluta, rayana en el misticismo, y gran parte del Culto al Führer que se introdujo en los años siguientes tuvo su origen en las instrucciones que hacía llegar a los afiliados.3
En 1923 participó en el “Putsch de la Cervecería” en Munich; ante el fracaso de la operación, huyó a Austria. Posteriormente se entregó durante los últimos días del Juicio a Hitler y fue condenado a 11 meses de prisión en el castillo de Landsberg.4 La veintena de condenados contaban con la predisposición favorable de las autoridades de la prisión y de los guardias: disponían de cuartos amueblados, posibilidad de celebrar reuniones, recibir visitas, libros, regalos…
Hitler aprovechó la estancia en Landsberg para empezar a escribir sus memorias “Mein Kampf”.5 Rudolf Hess sirvió como secretario personal, tomando al dictado partes de la obra. En un ambiente como el de Landsberg, donde existía especial camaradería entre los presos por el “Putsch”, la relación entre ambos pasó a ser de franca amistad y confianza. Hess, por su parte, veía en Hitler el Mesías Salvador de Alemania.
Al salir de la cárcel, Hitler refundó el Partido Nazi sobre la base de una absoluta fe y obediencia hacia él, expulsando a los díscolos y premiando a sus fieles. Nombró a Hess su secretario particular en Abril de 1925 y, posteriormente, su asistente personal en 1929. Hasta el ascenso de los nazis al poder, Hess colaboró estrechamente con el Führer en las campañas electorales; en 1929 se sacó una licencia de piloto privado y acumuló cientos de horas de vuelo en aviones ligeros.6 En 1927 se casó con su secretaria Ilse Pröhl, con quien tendría un hijo en 1937. A finales de 1932, es nombrado Presidente de la Comisión Política Central del Partido.
El 30 de Enero de 1933, Hitler es llamado por el Presidente de Alemania, Paul Von Hindenburg, para formar Gobierno. En el plazo de seis meses, los nazis ocuparon todo el poder en Alemania. En Abril, el Führer nombró a Hess “Stellvertreter des Führers”; esto es, Diputado o Delegado del Führer en todo lo que se refiriera al NSDAP; prácticamente era como nombrarle su sustituto si le pasaba algo.7
Pese a ello, Hess no había sido nombrado ministro; ni en el primer Gobierno de Hitler, ni en el segundo, tras el incendio del Reichstag. Parece que Hitler, por mucha confianza y cariño que le tuviese, no le veía encargándose de otras cosas que no fueran relacionadas con la Dirección del Partido (que, hasta entonces había llevado a entera satisfacción del Führer). Hess era un profano en asuntos diplomáticos, y sus conocimientos militares se limitaban a los de un aficionado, experto piloto e interesado en asuntos navales, pero carente de experiencia militar más allá de su servicio en la Iª Guerra Mundial (donde alcanzó el grado de Teniente).
Con la mediación de Göering, Hess consiguió ser nombrado Ministro sin Cartera a finales de 1933, y así continuó estando tan cerca del Führer como le fue posible. Para facilitar su trabajo como puente y enlace Gobierno - Partido se amplió su presupuesto y el personal a sus órdenes, nombrando Jefe de Personal y secretario particular de Hess al intrigante Martin Bormann.
Este es el punto de máximo poder de Hess. A partir de entonces su influencia sobre Hitler fue disminuyendo, Y no poca de la “culpa” debe achacarse a su falta de ambición por competir por el Poder con el resto de jerarcas nazis. Con ser leal y útil al Führer – que era su Dios - le era suficiente. Contra “tiburones” como Himmler, Göering o Bormann, que sabían hacerse indispensables a Hitler, no tenía nada que hacer. Cada vez iba viéndose envuelto más en onerosas tareas burocráticas, aprobación de decretos que no controlaba, y discursos meramente ceremoniales.
En 1934 se produce la “Noche de los Cuchillos Largos”. Hess, que era partidario de un acuerdo con Ernst Röhm y las SA, y aconsejó a Hitler “evitar el derramamiento de sangre”, no sólo vio que no se le hacía ningún caso, sino que fue, como responsable del Partido, el encargado de explicar a los jefazos del Partido (Gauleiters y Reichsleiters) y, por extensión al pueblo alemán, que la matanza había sido necesaria.
En 1935 tuvo que tragar otro sapo. Hess era un antisemita convencido; opinaba que los judíos, como otras razas, eran inferiores a los arios; pero creyendo que “cada puesto de trabajo era imprescindible” intentó que las escuadras de acción nazis (SA o SS) no vandalizaran empresas judías, y que cesaran los ataques contra científicos y sabios judíos. Entre ellos, su mentor y gran amigo Karl Hofhauser (casado con una medio judía) y sus hijos. Pero –como Göring y otros jerarcas- se vio sorprendido por las Leyes de Nuremberg, que apartaban a los judíos de toda vida profesional.
Esta influencia que iba desvaneciéndose – Hitler cada vez ponía más diferencia entre Él y el Partido- y el exceso de trabajo pudo ser una de las causas del deterioro de salud de Hess a partir de 1934. Se manifestó por una serie de síntomas probablemente psicosomáticos – dolores abdominales, insomnio – y le llevó –dado que la práctica médica ortodoxa no le daba respuestas – a confiar cada vez más en la medicina “alternativa”.8 Como cada vez el trabajo (aunque meramente de organización interna del Partido y de aprobación de Leyes que le eran impuestas desde arriba) iba aumentando, Hess se encontraba cada vez más superado por sus achaques; y veía que, en el fondo, sus rivales en el círculo del Führer le superaban.
Ludwig Schmitt, que fue su médico “convencional” (o sea científico) entre 1936 y 1939, observó una “tendencia a la esquizofrenia”, un carácter “levemente psicopático”, y un “hipocondriaco”.9
Hasta qué punto el progresivo ensimismamiento de Hess fue la causa del alejamiento de Hitler; o, por el contrario, Hess se vio olvidado por su Mesías y eso desencadenó los siguientes actos del que aún era, en teoría, el “Lugarteniente de Hitler”, es difícil de saber.
El caso es que, en 1939, Hitler hizo sus movimientos “mayores” sobre la República Checo-Eslovaca (con guión, véase 10) y Polonia, y Hess no fue ni consultado. Se sintió más postergado aún.
Al borde del estallido de la guerra, el 30 de Agosto de 1939, Hitler nombró un Consejo de Ministros para la Defensa del Reich, con Göering (que presidiría el Comité); Hess; Frick (Ministro del Interior); Keitel (Jefe del Alto Mando de las Fuerzas Armadas); Funk (Ministro de Economía), y Lammers (Jefe de la Cancillería del Reich). Se suponía que, dado que el Führer planeaba estar largas temporadas en el frente, éste sería un Gobierno que dirigiría al país, siempre según los deseos de Hitler. En la práctica se reunió muy pocas veces, y no consta que Hess (que vivía en Munich) asistiera a esas escasas reuniones.
El 1 de Septiembre, coincidiendo con el inició de la guerra, Hitler declaró que, si algo le ocurriere, Göering sería su sucesor; y en el caso de que a éste también le pasase algo, Hess sería el siguiente en la lista.11
Durante el primer año de la guerra, Hess vivió apartado de los asuntos más importantes del Reich; aparecía ocasionalmente en actos ceremoniales (era muy querido por el público alemán, que lo veía como un ingenuo simplón carente de maldad) y se dedicaba a cuidar de su familia. Pero no se le consultaba sobre las decisiones militares a tomar.12
Hitler sufría por su alejamiento del Führer, y también por la guerra contra el Imperio Británico que él (como el Führer) hubiese preferido como aliado para repartirse el mundo y derrotar al bolchevismo, antes que como enemigo. Durante este tiempo se volvió cada vez más huraño, introvertido, retraído, melancólico, hipocondriaco, y empezó a confiar más y más en astrólogos, videntes, médicos “alternativos” y adivinadores, en los que creía ciegamente.13
Poco después de la derrota de Francia -en Julio de 1940- Hitler renovó la oferta de paz al Imperio Británico que había hecho tras la caída de Polonia. Así que la idea de Hess de negociar un armisticio con el Reino Unido no era suya, sino un desarrollo de la política que Hitler había ya plasmado en “Mein Kampf”. La diferencia es que, cuando el orgulloso Hitler vio que los británicos no le respondían a ese segundo –y último- llamamiento a la paz, cerró absolutamente los canales de contacto. Por lo tanto, Hess –que creía estar cumpliendo la voluntad de Hitler y deseaba, por encima de todo, volver a conquistar la confianza y la estima de Hitler- se vio obligado a actuar a sus espaldas. Pero, de hecho, como veremos en otro capítulo, sus propuestas no eran una traición a Hitler, sino un calco de sus ofertas anteriores.
En Noviembre de 1940 intentó conseguir un avión que pudiese realizar el viaje. Primero lo intentó a través de Ernst Udet, un antiguo As de la Aviación que ocupaba el cargo de Director de Suministros y Armamentos de la Luftwaffe, sin decirle – por supuesto- para qué lo quería. Udet le respondió que necesitaba la autorización del Führer, y Hess, que sabía que el Führer se opondría,14 desvió la conversación y Udet no pensó más en ello.
Hess cambió de plan y se dirigió al profesor Willy Messerschmitt, diseñador y dueño de la factoría que construía los aviones que llevaban su nombre, a quien le explicó que necesitaba un Messesmichtt-110 -un caza bimotor biplaza de larga autonomía- con ciertas modificaciones “para viajes civiles”. Messerschmitt, que vivía al margen de la política, no sospechó nada raro, o creyó que Hess pensaba batir alguna proeza aérea, y mandó hacer los cambios (veremos cuales en el segundo episodio) que el Delegado del Führer le pidió.
Hess hizo varias pruebas, e intentó el vuelo en varias ocasiones antes de la fecha que fue la definitiva, el 10 de Mayo de 1941. Mientras tanto, se acumularon los horóscopos y presagios que fueron admitidos como Hess como prueba de que debía cumplir una Misión Divina, incluyendo (según se dijo) una anciana que le hizo llegar un horóscopo personal, y un “sueño premonitorio” de su viejo profesor Hofhauser.15
Resumiendo este capítulo, y adelantando lo que expondré en el siguiente capítulo, mi opinión personal es que Hess era un paciente con una personalidad que le hacía cercana a la antiguamente llamada Psicosis paranoica, luego transtornos por ideas delirantes… (ideas que, sin otros síntomas de psicosis, sostiene la persona contra toda prueba, incluso evidencia, de que es falsa. En este caso, la Misión Sagrada de llevar a cabo los deseos del Führer, aunque éste ya había abandonado ese proyecto). No era un enfermo mental en esos momentos, pero sí tenía una personalidad inestable, que le hacía fácil presa de creencias raras, ideas extrañas, que él tomaba como prueba de sus creencias. Hablaremos más de estos en otros capítulos.
Siento haberme extendido tanto, pero tras tanto tiempo sin publicar, tenía mono.