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Scapa Flow: la Royal Navy humillada

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El reciente (y agradable) ingreso de nuevos amigos a Mediatize, con el consecuente mayor tráfico de noticias, comentarios, etc, ha hecho que me retrasara en un artículo de efemérides que pensaba escribir. Allá va.

El pasado 14 de Octubre se cumplían 82 años del ataque del submarino U-47 a la bahía Scapa Flow, la mayor base de la Marina Real británica. Es una acción conocida (recomiendo la excelente película “U-47, Comandante Prien”; alemana, claro), pero poco recordada, porque si ya sabemos que la Historia la escriben los vencedores, imaginen la propaganda.

El caso es que Scapa Flow es una bahía natural, rodeada de islotes que conforman estrechos, en las islas Orcadas, al Norte de la punta más septentrional de Escocia. Su valor como fondeadero ya era conocido en la época de los vikingos, y continuó hasta 1956. En 1914 y 1918, dos ataques alemanes, muy similares al de 1939, habían supuesto la pérdida de sendos submarinos.

En 1939, cuando sucedieron los hechos que vamos a relatar, la bahía estaba cerrada por un conjunto de defensas artificiales (redes antisubmarinas, minas ancladas a distintas alturas, y barcos hundidos, procedentes del desguace de la Kriegsmarine de la Primera Guerra Mundial y de otros naufragios) y, por si fuera poco, por unas mareas cambiantes, irregulares e impredecibles, que hacían poco menos que imposible un ataque con submarinos o barcos pequeños.

En Septiembre de 1939, pocos días después de estallar la guerra, un espía alemán (Alfred Wehring) descubrió un punto flaco y se lo comunicó al Almirante Karl Dönitz, responsable de los submarinos alemanes. Resulta que entre el islote Lambholm y la isla Mainland (la más grande de las Orcadas) había un estrecho, llamado Kirksound, tan estrecho y poco profundo, tan batido por las mareas, que no se había considerado imprescindible minarlo ni colocar redes antisubmarinas (no fue un descuido: hubiera sido muy difícil hacerlo). [IMAGEN]

Karl Dönitz estudió la información y buscó un joven comandante de submarinos inteligente, ambicioso y valiente: Günter Prien.

Prien, de 31 años, provenía de una familia de clase media, empobrecida por los problemas económicos de Alemania tras la Gran Guerra. Tras pasar por la Marina Mercante, donde alcanzó el grado de Capitán de Barco, la Gran Depresión le obligó a enrolarse en la Kriegsmarine como simple marinero. Fue ascendiendo, y en 1938 se le concedió el mando del U-47.

El comandante estudió los planos y la información facilitada por Wehring. Cuatro barcos cerraban el acceso a la parte más profunda del Kirksound, dejando un estrecho conducto al Norte, hacia Mainland, y otro más ancho (unos 170 metros, pero de sólo ocho metros de profundidad con marea alta) al Sur. La costa estaba casi deshabitada, lo que hacía menos probable su detección. La idea era aprovechar el flujo de la altamar por el Kirksound para sortear los barcos hundidos y evitar las rocas a ambos lados. El principal problema, la estrechez del paso, combinada con la imprevisibilidad de las corrientes, hacían la misión extremadamente difícil y arriesgada.

Prien aceptó la tarea, y el U-47 salió por el canal de Kiel el 8 de Octubre, dirigiéndose hacia las Orcadas. El 13 de Octubre, de madrugada, el submarino llegó a los alrededores de Scapa Flow. Prien hizo posar a la nave en el fondo marino para que descansara la tripulación y esperar la hora adecuada. Se ordenó un silencio absoluto.

A las 19:00 Prien ordenó emerger y navegar, hacia el Kirksound, a través del Holmsound, la especie de “vestíbulo” de entrada a los estrechos.

Por si los problemas eran pequeños, aquella noche tocaba Aurora Boreal, lo que iluminó la bahía en una operación en la que la oscuridad era imprescindible. Prien consideró la posibilidad de posponer el ataque 24 horas, pero el riesgo de ser detectado era excesivo, y decidió acercarse al Kirksound. Cada vez que se veía un buque inglés en la distancia, el U-47 se sumergía. Este juego de "gato y ratón", en un silencio casi absoluto, puso a prueba la paciencia y los nervios de la tripulación.

Ya en el Kirksound, el submarino, al acercarse al barco hundido “Soriano” (originariamente uruguayo, de ahí el nombre), se encontró con un brusco cambio de la marea que le arrojó contra el buque. Para esquivarlo, Prien ordenó una maniobra desesperada que le hizo encallar en el fondo del mar. Ordenando un giro completo a babor, logro desatascar el U-47, y seguir adelante.

Pero, una vez en la bahía, tras el susto les esperaba una gran decepción: la flota británica no estaba en la bahía. Unos días antes, la mayor parte de la flota había salido a mar abierto y había sido bombardeada por la Luftwaffe; el Almirante Charles Forbes, temiendo otro ataque, había ordenado a los barcos que no volviesen a Scapa Flow por el momento y permaneciesen en puertos de refugio.

Los servicios de inteligencia alemanes no habían hecho llegar esta información a Prien, que se encontró, perplejo, en medio de una bahía casi desierta…

Casi… Tras un rato de deambular buscando presas, por fin divisó a través del periscopio dos buques de guerra: el HMS Royal Oak y el HMS Pegasus, un poco más al norte. Ya era 14 de octubre.

Prien, según el cuaderno de bitácora (olvídense de los horarios de la Imagen) mando cargar y disparar cuatro torpedos, dos para cada uno, a las 01:16 A.M. Pero como uno se atascó en el tubo, salieron tres de ellos: dos se perdieron, pero uno chocó con la cadena del ancla del Royal Oak y explotó, sembrando la alarma entre sus tripulantes.

El impacto despertó a todo el mundo en el barco, pero nadie pensó en un ataque externo desde una bahía que creían invulnerable. Creyeron en una explosión interna, tal vez un proyectil propio que había detonado por accidente.

Mientras tanto, Prien hizo disparar otros cuatro torpedos a la 1:21 A.M. Y ahora sí, dos de ellos alcanzaron de lleno al Royal Oak, abriéndole un hueco de casi diez metros en el costado del buque. Posiblemente el depósito de municiones también explotó, porque el casco del barco saltó por los aires.

El Royal Oak se hundió en menos de un cuarto de hora. Unas 834 personas murieron, de 1259 que estaban a bordo.

Tocaba la huida para el U-47, a toda potencia de sus dos motores Diesel. Intentó huir por el mismo sitio por donde había entrado, pero era imposible, porque la marea había cambiado (en algunos sitios del paso Norte del Kirksound la profundidad no llegaba a los tres metros) y las corrientes desviaban continuamente al submarino de su rumbo. Dándolo por imposible, Prien enfiló el paso Sur del Kirksound (aunque la profundidad en algunos puntos era aún menor, la anchura era mayor) y, a velocidades muy reducidas (incluso 18 km/h) fue esquivando buques hundidos y arrecifes, hasta llegar a mar abierto a las 2:15 A.M.

Para entonces, ya llevaba a la cola varios destructores británicos. Consciente de que permanecer bajo las olas (y, por lo tanto, a menor velocidad que los barcos de superficie) sería su destrucción segura por las cargas de profundidad, Prien hizo emerger al U-47, que emprendió una loca carrera huyendo de los disparos de los destructores y los aviones de la RAF; hasta que, ante el peligro de ser atacados por la Lutwaffe, los británicos desistieron en la persecución.

El 17 de Octubre el U-47 entró en la Base de Wilhelmshaven; la tripulación fue recibida allí mismo por el Jefe de la Kriegsmarine, Erich Raeder, y por Dönitz. Posteriormente siguieron viaje a Berlin, donde les recibió el propio Adolf Hitler, que concedió la Cruz de Hierro a todos los tripulantes y la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro a Prien.

El U-47 continuó sus misiones de ataque, atacando varios convoyes y hundiendo varios barcos. Finalmente, su suerte terminó cuando el 7 de Marzo de 1941 alguno de los destructores de apoyo del Convoy OB293 (posiblemente el HMS Wolverine) lo alcanzó con una carga de profundidad. Murieron sus 45 tripulantes.

Conclusiones

El Royal Oak era un barco viejo que ya estaba desfasado en 1938; llegaba el último en casi todas las misiones. Por eso no había salido de Scapa Flow con el resto de la Flota. Su pérdida no supuso ninguna merma material para la flota más poderosa del mundo.

Pero el golpe moral fue demoledor. No sólo una flota mucho más pequeña, como la alemana, le plantaba cara, sino que era capaz de llevar la guerra a la propia Gran Bretaña con éxito. También hizo que se revisaran los protocolos de seguridad de las bases y cuarteles británicos.

Para los alemanes, el entusiasmo aumentó exponencialmente. No solo se había vengado la "humillación de Scapa Flow", donde la flota alemana había sido obligada a entregarse tras la derrota, antes de que los propios alemanes la hundieran. Además, junto con el hundimiento del HMS Corageous en Septiembre, y varios buques de guerra más pequeños; y con la victoria en Polonia, se demostraba que un ejército más pequeño, pero con muchos redaños y bien dirigido, podía plantar cara e incluso derrotar a las “decadentes democracias occidentales”.

O eso parecía…

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