La fatwa de García Gallardo y los bosques calcinados
El gobierno talibán se caracteriza, aparte de por su brutalidad, por la más absoluta ineficiencia. La pobreza se ha disparado desde su llegada, los limitadísimos servicios públicos afganos ahora son prácticamente inexistentes y, ante el terremoto que ha causado más de 1000 víctimas, los talibán han manifestado abiertamente que carecen de los medios para atender a las víctimas y se han lavado las manos. Eso sí, los medios de comunicación afganos no cesan de emitir doctrina religiosa fundamentalista exigiendo a las mujeres que lleven burka y no osen salir de casa sin la compañía de su marido, y hay decenas de miles de policías religiosos repartidos por el país para asegurarse de que así sea y castigar duramente a la mujer que osen mostrar las pestañas.
El gobierno de Castilla y León ha dejado desamparados ante el fuego a los vecinos de Zamora. Los brutales recortes del PP impidieron tener una plantilla de bomberos forestales mínimamente adecuada para combatir el fuego, que se ha propagado sin control y ha arrasado enormes extensiones de terreno y dejado sin sustento a miles de ciudadanos dedicados a la agricultura y la ganadería. Eso sí, el pijo venenoso y parasitario de García Gallardo, vicepresidente por la gracia de Vox, ha emitido una fatwa donde condena "la banalización del sexo" y su concepción "como un fin en sí mismo" en lugar de como un medio para la procreación. Y es que tiene que ganarse sus 80.000 euros anuales de sueldo (dietas aparte) como vicepresidente florero (su cargo carece de competencias y por tanto se limita a figurar y cobrar) de Castilla y León.
Los gobiernos no están para decir a los ciudadanos lo que deben hacer con sus cuerpos, sino para gestionar lo público con la máxima eficiencia y garantizar sus derechos e intereses mediante unos servicios públicos fuertes, diligentes y bien dotados. Del mismo modo que resultaría demencial que yo contratase un arquitecto para construirme una casa y éste se dedicase a aconsejarme con quién debo acostarme y bajo qué circunstancias, es un insulto a la ciudadanía que un gestor público pretenda usar su cargo para imponer su arcaica moral a los demás, máxime cuando es un parásito que se dedica a vivir de los impuestos (impuestos que podían destinarse a contratar bomberos forestales, por ejemplo) porque el PP necesitaba apoyarse en su muleta franquista.
Los españoles de 65 años para arriba recuerdan la apestosa cárcel en que Franco convirtió al país, una cárcel donde la policía te multaba por besar en público y la Iglesia imponía su doctrina a través de aulas y medios de comunicación mientras las redes clientelares del dictador robaban a manos llenas, se torturaba y asesinaba por pedir votar y la pobreza y el atraso del país nos convertían en la vergüenza de Europa. Es el modelo de PP-Vox, y es el modelo de los talibán. Por eso siempre digo que lo más parecido al fundamentalismo islámico que hay en España es Vox.