La prisión
Israel es como esos coches de metro dispuestos para mujeres con el fin de que estas no sufran los toqueteos del pasaje masculino. Israel también se creó como un “espacio seguro” para los judíos. En vez de purgar el antisemitismo de Europa, lo que hicieron sionistas y antisemitas durante los siglos XIX y XX, y lo que también inicialmente hicieron con los nazis, fue ir sacando a europeos judíos fuera de Europa para evitarles los recurrentes abusos y pogromos. El resultado es un gigantesco gueto en Palestina. Decimos que los gazatíes han vivido dentro de una prisión al aire libre, pero los israelíes no están mucho más lejos de algo parecido. Israel es el lugar que les hubiera encantado tener a los nazis para su reservorio etnográfico de judíos, una prisión más grande que Gaza, mejor urbanizada y donde las clases pudientes pueden salir eventualmente a otros países, y disfrutar de un cielo libre de chatarra.
Pero tarde o temprano los israelíes han de volver al interior de su cúpula de hierro, rodeados de muros de hormigón y puestos de control, con funcionarios armados hasta los dientes, revisando minuciosamente a todos y a todo. Y tras los últimos acontecimientos tendrán que afanarse por escudriñar un poco más minuciosamente. La última gran acción militar de los israelíes consistente en fabricar bombas con cualquier dispositivo electrónico de uso cotidiano ha sido una genialidad que ha cosechado un resultado excelente, también ha sido una acción poco sabia. Les han enseñado a sus enemigos que pueden usar unas armas perfectas para el terrorismo, discretas y fáciles de montar y distribuir entre la población. Y les han dado una justificación para producirlas y utilizarlas. Esto será otro motivo para reforzar la prisión israelita, también para estropear aún más la libertad en el mundo.
