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Invasión

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En el tranquilo pueblo de Elmwood, durante una fresca noche de primavera, los residentes se encontraban disfrutando de la calidez de sus hogares, inconscientes de los trágicos acontecimientos que estaban a punto de iniciarse. De repente, sin previo aviso, un destello cegador iluminó el cielo. A los pocos segundos una misteriosa vibración sacudió ferozmente la tierra. Mientras la gente se recuperaba del shock inicial, se dieron cuenta de que algo extraordinario estaba sucediendo. Al salir de sus habitaciones, se encontraron en medio de parques y campos. Las acogedoras casas que solían ser sus hogares ahora estaban ocupadas por humanoides extraños que se materializaron repentinamente en su interior. Era como si una invasión silenciosa estuviera teniendo lugar. Cada vez más habitantes de Elmwood vagaban sin rumbo por los campos, desplazados y confundidos. Entre ellos estaba Abby Sue una risueña veinteañera de considerable busto que había salido de su casa apenas vestida con un bikini y un pantaloncito extremadamente corto que realzaba sus largas piernas.

Llenos de temor, los vecinos expulsados llamaron a los agentes de policía, describiendo con angustia la ocupación de sus hogares por parte de estos misteriosos seres. Para su consternación, los policías parecían indiferentes ante la gravedad de la situación. “¿Cómo puede ser?”, gritaban: “¡Nuestras casas están siendo ocupadas por completo por personas que no conocemos!”. Sin embargo, las respuestas que recibieron eran siempre las mismas: “Lo sentimos, pero no podemos encontrar ninguna ilegalidad. Todos los ocupantes tienen aspecto de personas corrientes y parecen tener sus papeles en regla. No podemos simplemente echarlos de las casas”. El doctor Ignatius Fizzwizzle, un genio especialista en medicina ortomolecular que vivía apartado de la ciudad en un resort junto al lago, fue el único que entendió la verdadera naturaleza de los ocupantes. Pero era reacio a involucrarse, ya que antaño había sido marginado por la población a causa de su gran intelecto. Finalmente, Abby Sue lo persuadió y los dos animaron al resto de los vecinos a acudir a las autoridades locales en busca de ayuda.

En el pueblo el alcalde Horace Haplington se encontraba inmerso en sus propias ambiciones políticas, pues los comicios eran inminentes. Cuando Ignatius y Abby Sue lo enfrentaron Haplington, con risa burlona y actitud despectiva, se negó a tomar medidas enérgicas contra los alienígenas invasores. Tachó, en cambio, de paranoicos a los desplazados, y en especial a Ignatius, y los acusó de querer alterar la vida de la ciudad y arruinar las fiestas que se habían programado para celebrar las inminentes elecciones municipales. No obstante, hombre sibilino y hábil orador, trató de persuadirlos pidiendo paciencia, y prometiendo investigar caso por caso, aunque después de celebrar las fiestas y las elecciones ya que todos habían invertido mucho esfuerzo y dinero en estos eventos. Fizzwizzle junto a los vecinos más despiertos sabían que nunca lo haría. Pero Haplington fue tan locuaz que muchos de ellos se sintieron culpables por haber trastornado las próximas celebraciones. En realidad, la única preocupación del alcalde era no enemistarse con los nuevos propietarios, para no perder su apoyo y, por ende, sus votos.

La frustración se apoderó de los habitantes de Elmwood a medida que pasaban los días, y más casas eran ocupadas por los implacables invasores, y más y más habitantes se encontraban vagando sin rumbo por parques y campos, sin saber qué hacer ni a quién acudir. Las calles del pueblo se llenaron de llantos y súplicas desesperadas. Los residentes se reunieron en asambleas improvisadas, tratando de encontrar una solución. A medida que la invasión se extendía y la desesperación aumentaba, el alcalde Haplington se convirtió en la vergüenza de Elmwood. Su incapacidad para tomar medidas a tiempo, y su preocupación egoísta por su propia agenda política dejaron en claro que no estaba dispuesto a defender a los ciudadanos. Las historias de Elmwood pronto se propagaron por el país, siendo retransmitidas por la prensa libre y las televisiones de todos los grandes medios. Las noticias informaban sobre la desesperada situación en la que se encontraban los habitantes, mientras los ocupantes alienígenas disfrutaban de sus casas con total impunidad, sin que nadie pudiera evitarlo.

Sin embargo, Ignatius Fizzwizzle no se había rendido. Reunió a un grupo de científicos heterodoxos expulsados de su universidad por quedarse en Elmwood investigando círculos en los campos de maíz. En el garaje de una cabaña se pusieron manos a la obra. Allí, entre perchas y cajas para la volatería, descubrieron una debilidad en la aparente impenetrable ocupación alienígena: las bacterias. No tardaron en crear un artilugio de detección aplicando un cultivo especial de bacterias inserto en una manguera. Con estos dispositivos pronto identificaron a los impostores entre los ocupantes. Armados con el conocimiento de las bacterias, lograron derrotar a los alienígenas y echarlos de sus casas. Y así, la humilde vida infinitesimal, carente de cerebro e intelecto, insignificante según el criterio del hombre, se convirtió en un arma inesperada y devastadora contra los invasores. Fue como si la naturaleza misma se levantara en defensa de la humanidad, recordándonos que, a pesar de todas nuestras luchas y divisiones, somos parte de este vasto y sorprendente ecosistema al que llamamos hogar.

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