Tirachinas bélicos: la catapulta Leach-Gamage
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Un cañón puede acertar en una trinchera, pero acertar a una estrecha zanja de apenas metro y medio o menos de ancho era un pelín complejo para una pieza situada a varios kilómetros de distancia. Era pues evidente que lo sensato, caso de no disponer de morteros, sería arrojar granadas de mano, pero ni los soldados más forzudos eran capaces de lanzar una de ellas a más de 35 ó 40 metros de distancia, y menos aún de pasarse horas arrojando una tras otra porque se les cansaba el brazo una cosa mala.