Es dolorosamente irónico, pero el conductor es un currela y no tiene culpa de nada. Tenía que pasar por ahí, o el patrón le daba puerta. Es una suerte que aún quede dinero público para salvar, además de personas, los activos de esa empresa, a pesar de regalarlo a bancos, fondos y gestores de fondos, curas, camellos, prostitutas, monarcas y adláteres, sindicalistas y patrones.