Lawrence de Arabia, o la No-Tan-Exitosa-Revuelta Árabe (I). El Sherif que quería apoderarse del pueblo
Entre los mitos de la Historia Árabe, uno de los más persistentes e influyentes es la “Revuelta Árabe de 1916” que junto con el de “las promesas occidentales traicionadas” forman, aún hoy, eslóganes repetidos una y otra vez.
Veamos qué hay de cierto.1.
En Noviembre de 1908, el Sultán y Califa Abdul Hamid II (a quien me he referido ya en otros artículos) nombró Custodio (Sherif, o Jerife) de los Santos Lugares de Medina y la Meca, a Husayn ibn Alí, Descendiente del Profeta, del linaje de los Banu Hashim (Hashemitas), frente a otros candidatos, como ‘Alī Ḥaydar Pāshā -preferido por los “Jóvenes Turcos”- que el Sultán juzgaba más peligroso.
El cargo de Sherif de los Santos Lugares no suponía el mando de grandes unidades militares del Imperio Otomano, pero era tremendamente cotizado por su prestigio espiritual en todo el Islam, importancia económica (gracias a los aportes de los peregrinos) y estratégica (en la orilla oriental del Mar Rojo). Por otro lado, en la práctica, el Sherif era, además, el gobernante del Hejaz (ver mapa) y dominaba sus escasas tropas.
Se supone que un nombramiento tan delicado sólo se otorga a una persona de absoluta confianza y férrea fidelidad al Sultán (ahí la cagó, como veremos); y Husayn jura -con todos los Protocolos debidos- obediencia hasta la muerte a Su Soberano2
En Febrero de 1914, cuando ya la situación internacional era un polvorín, Abdullah (futuro Rey de Transjordania; segundo hijo de Husayn, y de lejos el más inteligente de la familia), de camino a Estambul -donde era parlamentario- se detuvo en El Cairo y pidió audiencia con Lord Horatio Kitchener, Cónsul británico en Egipto.
Le explica que el nuevo Gobernador (wali) nombrado por el Sultán en el Hejaz, Wajib Bey, gobernaba tan despóticamente que la población del Hejaz estaba completamente revuelta; que, gracias a sus malévolos informes (siempre según Abdullah) el Sultán podría destituir a su padre, lo que causaría una rebelión de toda la provincia a favor de Husayn.
Le pidió que el Imperio Británico impidiese la expulsión de su padre de su cargo; y que si tal cosa se produjese: "El Gobierno Británico no permitiera que fueran enviados refuerzos por mar que evitasen que los Árabes pudieran ejercer los derechos que habían adquirido desde Tiempo Inmemorial en su propio país, alrededor de los Lugares Sagrados"3
Unos días después, Abdullah se entrevistó con Ronald Storrs, Secretario para Oriente de la Agencia Británica, y le ofreció, sin disimulos: “Si la CUP (Los Jóvenes Turcos) nos obliga a defender nuestro país, y ustedes impiden que bombardeen nuestros puertos y desembarquen tropas, y nos permiten utilizar Port Sudan para transportes y comunicaciones, les facilitaremos un trato preferente sobre otras potencias. Mientras tanto ¿podría el Sherif disponer de una docena, o incluso media docena, de ametralladoras pesadas para la defensa contra los turcos?”
Seis meses antes del inicio de la Primera Guerra mundial, los Hashemitas están cometiendo un delito de Alta Traición contra Su Soberano, al ofrecer a una Potencia (el Imperio Británico), hasta entonces aliada de los turcos, un tratado de alianza si les apoyan en una rebelión contra los otomanos. 4
Pero los británicos no pican: podrían obtener iguales, o mayores, ventajas de los turcos; pero su prioridad es evitar que estos basculen hacia los Imperios Centrales. Una alianza británica con los débiles Hashemitas hubiera lanzado a Turquía al bando enemigo, obligando a parte de la flota y las tropas en Egipto y Sudán a defender el Hejaz... pérdida de tiempo en un escenario secundario, para ganancia casi nula.
Abdullah posiblemente lo esperaba. En Abril de 1914, al pasar por Egipto en su viaje de regreso, se entrevista con Storrs. Abdullah le explica a Storrs que la situación bajo el Gobierno Turco se hace insoportable, que el nuevo gobierno de los Jóvenes Turcos, en su empeño de modernizar el país, se obstina en construir un ferrocarril a La Meca; lo que arruinaría la economía del Hejaz, basada en el comercio camellero. Obviamente, los Hashemitas saben que los británicos no dejarían de hacer lo mismo tarde o temprano si fueran los dueños del Hejaz . Pero Abdullah lo que pretende es lanzar otra propuesta: "¿Estarían dispuestos los británicos a aceptar con el Sherif Husayn un acuerdo similar al que existía entre el Emir de Afganistán, Habibullah Khan, y el Gobierno de la India?" 5
La respuesta fue de nuevo desalentadora para los Hashemitas: "Los árabes del Hejaz no deben esperar ninguna ayuda del Gobierno Británico, [que] nunca podría aceptar la idea de facilitar armas para ser utilizadas contra un Potencia Amistosa [es decir, el gobierno otomano].6
Husayn aparcó sus peticiones... por unos meses.