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Las dos almas de nuestra derecha de toda la vida (y por qué Cayetana no puede ganar)

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Teodoro García Egea ejemplifica a la perfección eso de que la cara es el espejo del alma. Sólo hay que fijarse durante unos segundos en sus ojos y la mueca de su boca para ver al clásico vendeburras jeta, falso y vividor. Y si le oyes hablar, esa primera impresión se convierte en certeza. Teodoro es la viva imagen del cacique pueblerino de Los Gozos y Las Sombras. Déspota, vulgar, burdo, populachero y con una astucia zorruna para el tráfico de influencias y la manipulación. Al pueblo con romerías, fútbol y demagogia barata sobre los malvados comunistas-catalanes-musulmanes-feminazis. A los que están más arriba, con promesas, enchufes y dádivas suculentas. Y si la zanahoria no sirve, se usa el palo. Por supuesto, a Teodoro no le tiembla el pulso cuando llega la hora de pedir al presidente autonómico murciano (su títere más fiel) que enchufe a un familiar suyo para que le operen en un hospital público en pocos días, saltándose la lista de espera. Y lo consiguió, como habrá conseguido tantísimas otras cosas que desconocemos.

Cayetana está a años luz de Teodoro en inteligencia y cultura. Pero políticamente repele porque exuda desdén y refleja a cada paso el insultante mundo paralelo en el que viven los más privilegiados, un mundo donde la inmensa mayoría de la ciudadanía somos vistos como hormigas y nuestros problemas y sufrimientos reales no existen. El mundo de las señoronas que se reúnen para tomar el té y disertar sobre la grandeza de la patria mientras un tercio de los españoles vive en la pobreza, la gente muere por falta de atención médica a tiempo (tantos cánceres que acaban en metástasis por las interminables listas de espera), madres solteras son desahuciadas con sus hijos de 3 años, los trabajadores son explotados legal e ilegalmente y los ancianos no pueden encender la calefacción. Cayetana transmite la abyecta imagen del elitismo más repulsivo, del desprecio por los ciudadanos y sus penurias. Unas penurias que conoce perfectamente, pero le dan igual porque las considera naturales. Cayetana personifica la hedionda deshumanización de quien se rasga las vestiduras y califica como crimen de lesa humanidad que quiten la bandera española de un ayuntamiento de un pueblo vasco, mientras muestra absoluta indiferencia ante los millones de tragedias humanas que malogran vidas reales, vidas que valen infinitamente más que todos los trapos de colores juntos y que cualquier constructo político, filosófico o sociológico creado o por crear.

Por eso Cayetana no tiene futuro. Porque, tristemente, en este país hay millones de ciudadanos a los que se puede engatusar con paellas populares, fiestas patronales y demás trucos populacheros que Teodoro conoce a la perfección. Sólo hace falta bajar al fango un poco para que se crean que eres de los suyos, aunque luego legisles sistemáticamente contra ellos. A Teodoro esto se le da genial, al igual que a sus antecesores de la derecha rancia española (terratenientes, señoritos de pueblo, etc). Cayetana, desde su atalaya aristocrática, es incapaz siquiera de ello. Por eso ganará Teodoro. En abstracto, a mí me daría exactamente igual porque ambos me parecen igual de nefastos y mis esperanzas están en el nuevo proyecto que Yolanda Díaz y otros están sacando adelante (donde espero que la nefasta Irene Montero y su corte tengan el papel más pequeño posible). Pero honestamente preferiría que ganase Cayetana, porque sería más fácil derrotarle en unas elecciones.

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