#1 Estas navidades han sido quizá un poquito más tristes, pero desde luego más seguras, para Ana*. Era noviembre cuando esta mujer de mediana edad, originaria de un pueblito español, escribió a uno de los múltiples correos de "contáctanos" en El Confidencial. Unos meses antes, el periódico había destapado el caso de Pedro Díaz, un español que se hacía pasar por voluntario militar en Ucrania e Israel. Un 'pequeño Nicolás' de la guerra. "Necesito ayuda, quiero saber si yo también estoy viviendo un fraude", escribió. Ana llevaba un mes hablándose —y enamorándose— de una persona que decía ser soldado estadounidense en Siria. Podría ser una de las miles de las conocidas como estafas amorosas, perfiles falsos que bombardean con mensajes a, normalmente, personas de mediana y mayor edad que navegan desprevenidas en internet y se encuentran, de golpe y porrazo, con lo que parece una exótica historia de amor. Una vez enganchados, el presunto soldado en Siria empieza a solicitar ayuda para esto o aquello, y las víctimas llegan a enviar miles de euros a cuentas de las que luego no se vuelve a saber nada más. El caso más grave en España y que propulsó el fenómeno al ojo público fue el de las hermanas de Morata de Tajuña, que se vieron envueltas en una estafa amorosa que las dejó endeudadas. Esa deuda podría haber sido, al final, lo que provocó su asesinato y el de su hermano con discapacidad que vivía con ellas, según la investigación de la Guardia Civil. La historia de Ana tiene un giro: ella es mujer, y el soldado en Siria del que se estaba enamorando era también una mujer. "Yo había oído que esto le había pasado a hombres, pero pensaba que yo estaba a salvo: la conocí en una red de contactos de lesbianas. ¿Por qué iban a estar ahí?", explica.
El mundo de las estafas amorosas es salvaje y mucho más amplio de lo que deja ver la imagen superficial. Los perpetradores suelen ser hombres jóvenes, algunos en Nigeria (los conocidos como Yahoo Boys, que han dado el salto a lo grande desde el timo del príncipe nigeriano) y otros en el sudeste asiático, en granjas de estafas cibernéticas. Estos jóvenes dedican las horas de toda una jornada laboral a escribir a cientos, miles de perfiles: la víctima ideal son personas mayores, preferiblemente solas y sin hijos. Tanto hombres como mujeres, hasta que alguno pica. Una vez establecida una conversación, acaban solicitándole dinero con excusas de cualquier tipo: el militar desplazado a Oriente Medio que no puede acceder a sus cuentas solo es una de ellas.
La estafa puede ocurrir en apenas un mes, y empiezan todas de manera muy parecida: con un inocente mensaje. Y luego otro, y luego otro, y otro. Por fuerza de la experiencia, quizá, o porque hay mucha más ciencia en engañar a miles de personas de lo que podría parecer, los estafadores usan toda una variedad de trucos psicológicos que cambian también con el género de la víctima. Para los hombres la estafa suele ser más breve: el gancho de una mujer atractiva, pequeñas cantidades, se descubre el engaño. Para las mujeres, las conversaciones se prolongan más tiempo, durante el que el estafador intenta establecer una relación más profunda.
"En el caso de los hombres, el estafador sabe que va a recibir dinero antes, es más sexual, más transaccional. Esto tiene sus inconvenientes: conseguir dinero para mañana implica que no se consiga mucha cantidad y tiene un recorrido corto. Los que estafan a mujeres van a un recorrido más largo: es más arriesgado, porque tienes que invertir semanas. Para ellas es algo más romántico", explica Carlos Barragán, periodista español que ha investigado en profundidad el fenómeno de los Yahoo Boys nigerianos y que el año que viene publicará un libro al respecto en España. "Y hay algo más en común: el perfil de la víctima. Siempre es alguien muy solo, o que ha sufrido un desengaño, o una muerte".
Ese fue el caso de Ana.
Amber Robinson Quintanilla se presentaba como una soldado estadounidense de cuarenta y tantos años, desplazada en la base militar de Al Tanf, en Siria. Madre soltera, con la hija internada en Estados Unidos. Llama a Ana "cariño", le dice que solo puede hablar del miedo con ella. El miedo que siente a morir en Siria, "donde hay ataques todos los días y están matando soldados". Habla de la soledad "que solo se me pasa hablando contigo". "Mi mayor oración es poder salir de aquí con vida, querida, porque en este momento está ocurriendo un ataque aquí en Alepo, en Siria, y están muriendo decenas de soldados. Yo solo me estoy escondiendo para salvar la vida". Hace dos años que murió la pareja de toda la vida de Ana, otra mujer, y fue una amiga la que le animó a entrar en el mundo de internet para encontrar nuevas relaciones. Pasan horas hablando, traductor de Google mediante. Siempre está ahí, con un nuevo mensaje. Mucho más de lo que muchas otras personas en la vida real pueden dedicar a una relación.
Las conversaciones ocurren todas en Zangi, una aplicación de mensajería que no necesita ningún tipo de número asociado y cifra las comunicaciones, por lo que es especialmente popular entre los estafadores. Intercambian fotos, historias. "Es como un cuento de hadas, como una película. Pero demasiado bonito para ser verdad, ¿no?". Entonces llega la primera petición de dinero: que se le ha roto el móvil, que tiene que enviar dinero a su hija, que tiene que pagar un soborno a su comandante para que no la envíe en una misión suicida… En un rincón de su cabeza, Ana sabe que no es verdad. Pero a esas alturas, a veces ya no basta con saberlo. "Envié el dinero, 900 euros, aun sabiendo que era un timo, pero…". Amber dio las gracias y le dijo que quería verla, que viajaría a España en Navidad para agradecérselo en persona y conocerse ya por fin, pero que necesitaba su ayuda para el billete.
Ahí fue cuando Ana pidió ayuda para averiguar si Amber Robinson Quintanilla era una mujer real.
Buscar su nombre en Google no da mucho de sí: hay decenas de mujeres con ese nombre. Estudiamos las fotos: una mujer en lo que parece un uniforme militar con decenas de parches. Algunos, con letras identificativas. "KPP". Empezamos por ahí. Entre varias noticias reales, los resultados arrojan decenas de perfiles que utilizan la misma foto de la presunta Amber Robinson, pero con otros nombres: Sargento Katherine Sophia, Sandra Lowery… Decenas de cuentas de TikTok y Facebook, utilizando las mismas fotos pero cambiando la historia y los idiomas. En una de las búsquedas ya hay una persona advirtiendo, en malayo, que se trata de una estafa.
Intentamos averiguar cuánto tiempo lleva esta estafa en concreto teniendo lugar. Uno de los perfiles más antiguos se remonta a 2021. Ahí ha publicado otras fotos, sin uniforme militar, que Amber Robinson nunca envió a Ana. Una de las imágenes es en un ascensor y se puede leer la marca, que nos lleva a Brasil.
En otra foto, uno de los parches reza "Spartan Airsoft". Con ese nombre y con el dato de Brasil encontramos un perfil de un grupo de aficionados al airsoft, hobby que replica asaltos militares. Ahí, hacia 2022, publicaron fotos de la Amber Robinson original. Y así llegamos a la segunda víctima de esta historia, a 7.000 kilómetros de distancia: Erika*. "Por favor, no me escribas para decirme que te he estafado, o que están usando mis fotos para estafar. ¡Soy consciente!", dice Erika. Esta joven abogada de Brasil vive un infierno desde 2022, cuando su perfil debió caer en manos de algún grupo de estafadores que lo reutilizan sin cesar. Hace unos años, quiso asomarse a ese mundo, y encontró varios foros de víctimas de estafas que le dedicaban un capítulo entero solo a ella, recopilando decenas —si no centenares— de perfiles falsos que utilizaban sus fotografías.
"La cantidad de perfiles falsos me parece absurda. Son además perfiles que me siguen en Instagram, le dan like a mis fotos... Es el infierno", se lamenta. Recibe nuevos mensajes prácticamente cada semana. En muchas ocasiones, cuando la víctima se da cuenta de que ha perdido su dinero en una estafa, hacen el mismo recorrido inverso y encuentran su perfil real. "Denunciar perfiles falsos cada día es lo de menos. Lo peor es el riesgo en el que me ponen.
Algunos están destrozados, pero otros son violentos y me amenazan… Algunos creen que uso mis propias fotos para crear esos perfiles y estafarles. Yo también soy una víctima", explica la mujer. Al igual que con Ana, hemos cambiado su nombre.
Todos los estafados que le contactan —brasileños, tunecinos, argentinos, turcos, colombianos— son hombres, por lo que Ana es un perfil distinto de víctima. "Lo de las estafas a lesbianas era solo cuestión de tiempo. Al final demasiados estafadores se dedican a lo mismo, las ganancias se reducen, y los más listos prueban cosas nuevas", admite Barragán. En el caso que Barragán más conoce, el de las estafas en Nigeria, la salvaje crisis económica y de devaluación de la moneda naira local hace que los ingresos sean el doble o triple de lucrativos, provocando que cada vez más jóvenes hombres —ahora, en un fenómeno más reciente, incluso mujeres— se dediquen a este "trabajo". "Ahora también están usando mis fotos para estafar a gente sobre criptomonedas, por los eventos de Bitcoin a los que he asistido", continúa Erika.
Ana ha recibido todas las pruebas con entereza y se ha enfrentado a su soldado en Siria. Pero el estafador (o estafadora) que se está haciendo pasar por Amber ha invertido demasiado tiempo y tiene ya una estrategia por si acaso: "Cariño, esto son los terroristas aquí en Siria, que nos hacen pasar por estas cosas"… Le ha mandado un montaje con un carnet de conducir y un pequeño vídeo que parece pasado por Inteligencia Artificial. Ana sigue hablando con ella. "¿Sabes lo que pasa?", elucubra Barragán al respecto, "es que nunca tienes la prueba final. Puedes saber que el teléfono es de Nigeria, de Tailandia o Vietnam. Puedes descubrir que las fotos son de internet... Pero nunca ves a la persona que está detrás de las conversaciones, así qu
#8#1
Pero nunca ves a la persona que está detrás de las conversaciones, así que, de alguna manera, te agarras al clavo ardiendo de 'y si...'". Como la mayoría de las víctimas, Ana no va a denunciar, —"¿qué me va a decir la Guardia Civil?"—. Vergüenza, algo de miedo, y siempre un desengaño.
Estas navidades han sido quizá un poquito más tristes, pero desde luego más seguras, para Ana*. Era noviembre cuando esta mujer de mediana edad, originaria de un pueblito español, escribió a uno de los múltiples correos de "contáctanos" en El Confidencial.
#8 Viendo lo industrializado que está el tema, me soprende que ya no hay IAs, haciendo estafas. Las estafadas pueden ser masivas y multiples idiomas. Supongo que fuera del ingles es dificil tener estas conversaciones, salvo si las hacen otros nativos del idioma.
Una IA podria ser potencialmente, mejor que cualquier humano. Los GPT por suerte necesitan mucha energia y eso limitaria su capacidad de difusion.
"Y hay algo más en común: el perfil de la víctima. Siempre es alguien muy solo, o que ha sufrido un desengaño, o una muerte".
Una congresista que aprobo una ley sobre las tragaperras, al entrar en un casino porque regalaban un desayuno, al ver a gente jugando, le parecio muy soporifero. Sin embargo, acabo perdiendo muchisimo dinero en las tragaperras, tras encontrarse a su hija ahorcada por una enfermedad mental.
Si ves un cervatillo huerfano puede sentir la necesidad de ayudarlo o ver un presa.
El mundo de las estafas amorosas es salvaje y mucho más amplio de lo que deja ver la imagen superficial. Los perpetradores suelen ser hombres jóvenes, algunos en Nigeria (los conocidos como Yahoo Boys, que han dado el salto a lo grande desde el timo del príncipe nigeriano) y otros en el sudeste asiático, en granjas de estafas cibernéticas. Estos jóvenes dedican las horas de toda una jornada laboral a escribir a cientos, miles de perfiles: la víctima ideal son personas mayores, preferiblemente solas y sin hijos. Tanto hombres como mujeres, hasta que alguno pica. Una vez establecida una conversación, acaban solicitándole dinero con excusas de cualquier tipo: el militar desplazado a Oriente Medio que no puede acceder a sus cuentas solo es una de ellas.
La estafa puede ocurrir en apenas un mes, y empiezan todas de manera muy parecida: con un inocente mensaje. Y luego otro, y luego otro, y otro. Por fuerza de la experiencia, quizá, o porque hay mucha más ciencia en engañar a miles de personas de lo que podría parecer, los estafadores usan toda una variedad de trucos psicológicos que cambian también con el género de la víctima. Para los hombres la estafa suele ser más breve: el gancho de una mujer atractiva, pequeñas cantidades, se descubre el engaño. Para las mujeres, las conversaciones se prolongan más tiempo, durante el que el estafador intenta establecer una relación más profunda.
"En el caso de los hombres, el estafador sabe que va a recibir dinero antes, es más sexual, más transaccional. Esto tiene sus inconvenientes: conseguir dinero para mañana implica que no se consiga mucha cantidad y tiene un recorrido corto. Los que estafan a mujeres van a un recorrido más largo: es más arriesgado, porque tienes que invertir semanas. Para ellas es algo más romántico", explica Carlos Barragán, periodista español que ha investigado en profundidad el fenómeno de los Yahoo Boys nigerianos y que el año que viene publicará un libro al respecto en España. "Y hay algo más en común: el perfil de la víctima. Siempre es alguien muy solo, o que ha sufrido un desengaño, o una muerte".
Ese fue el caso de Ana.
Amber Robinson Quintanilla se presentaba como una soldado estadounidense de cuarenta y tantos años, desplazada en la base militar de Al Tanf, en Siria. Madre soltera, con la hija internada en Estados Unidos. Llama a Ana "cariño", le dice que solo puede hablar del miedo con ella. El miedo que siente a morir en Siria, "donde hay ataques todos los días y están matando soldados". Habla de la soledad "que solo se me pasa hablando contigo". "Mi mayor oración es poder salir de aquí con vida, querida, porque en este momento está ocurriendo un ataque aquí en Alepo, en Siria, y están muriendo decenas de soldados. Yo solo me estoy escondiendo para salvar la vida". Hace dos años que murió la pareja de toda la vida de Ana, otra mujer, y fue una amiga la que le animó a entrar en el mundo de internet para encontrar nuevas relaciones. Pasan horas hablando, traductor de Google mediante. Siempre está ahí, con un nuevo mensaje. Mucho más de lo que muchas otras personas en la vida real pueden dedicar a una relación.
Las conversaciones ocurren todas en Zangi, una aplicación de mensajería que no necesita ningún tipo de número asociado y cifra las comunicaciones, por lo que es especialmente popular entre los estafadores. Intercambian fotos, historias. "Es como un cuento de hadas, como una película. Pero demasiado bonito para ser verdad, ¿no?". Entonces llega la primera petición de dinero: que se le ha roto el móvil, que tiene que enviar dinero a su hija, que tiene que pagar un soborno a su comandante para que no la envíe en una misión suicida… En un rincón de su cabeza, Ana sabe que no es verdad. Pero a esas alturas, a veces ya no basta con saberlo. "Envié el dinero, 900 euros, aun sabiendo que era un timo, pero…". Amber dio las gracias y le dijo que quería verla, que viajaría a España en Navidad para agradecérselo en persona y conocerse ya por fin, pero que necesitaba su ayuda para el billete.
Ahí fue cuando Ana pidió ayuda para averiguar si Amber Robinson Quintanilla era una mujer real.
Buscar su nombre en Google no da mucho de sí: hay decenas de mujeres con ese nombre. Estudiamos las fotos: una mujer en lo que parece un uniforme militar con decenas de parches. Algunos, con letras identificativas. "KPP". Empezamos por ahí. Entre varias noticias reales, los resultados arrojan decenas de perfiles que utilizan la misma foto de la presunta Amber Robinson, pero con otros nombres: Sargento Katherine Sophia, Sandra Lowery… Decenas de cuentas de TikTok y Facebook, utilizando las mismas fotos pero cambiando la historia y los idiomas. En una de las búsquedas ya hay una persona advirtiendo, en malayo, que se trata de una estafa.
Intentamos averiguar cuánto tiempo lleva esta estafa en concreto teniendo lugar. Uno de los perfiles más antiguos se remonta a 2021. Ahí ha publicado otras fotos, sin uniforme militar, que Amber Robinson nunca envió a Ana. Una de las imágenes es en un ascensor y se puede leer la marca, que nos lleva a Brasil.
En otra foto, uno de los parches reza "Spartan Airsoft". Con ese nombre y con el dato de Brasil encontramos un perfil de un grupo de aficionados al airsoft, hobby que replica asaltos militares. Ahí, hacia 2022, publicaron fotos de la Amber Robinson original. Y así llegamos a la segunda víctima de esta historia, a 7.000 kilómetros de distancia: Erika*. "Por favor, no me escribas para decirme que te he estafado, o que están usando mis fotos para estafar. ¡Soy consciente!", dice Erika. Esta joven abogada de Brasil vive un infierno desde 2022, cuando su perfil debió caer en manos de algún grupo de estafadores que lo reutilizan sin cesar. Hace unos años, quiso asomarse a ese mundo, y encontró varios foros de víctimas de estafas que le dedicaban un capítulo entero solo a ella, recopilando decenas —si no centenares— de perfiles falsos que utilizaban sus fotografías.
"La cantidad de perfiles falsos me parece absurda. Son además perfiles que me siguen en Instagram, le dan like a mis fotos... Es el infierno", se lamenta. Recibe nuevos mensajes prácticamente cada semana. En muchas ocasiones, cuando la víctima se da cuenta de que ha perdido su dinero en una estafa, hacen el mismo recorrido inverso y encuentran su perfil real. "Denunciar perfiles falsos cada día es lo de menos. Lo peor es el riesgo en el que me ponen.
Algunos están destrozados, pero otros son violentos y me amenazan… Algunos creen que uso mis propias fotos para crear esos perfiles y estafarles. Yo también soy una víctima", explica la mujer. Al igual que con Ana, hemos cambiado su nombre.
Todos los estafados que le contactan —brasileños, tunecinos, argentinos, turcos, colombianos— son hombres, por lo que Ana es un perfil distinto de víctima. "Lo de las estafas a lesbianas era solo cuestión de tiempo. Al final demasiados estafadores se dedican a lo mismo, las ganancias se reducen, y los más listos prueban cosas nuevas", admite Barragán. En el caso que Barragán más conoce, el de las estafas en Nigeria, la salvaje crisis económica y de devaluación de la moneda naira local hace que los ingresos sean el doble o triple de lucrativos, provocando que cada vez más jóvenes hombres —ahora, en un fenómeno más reciente, incluso mujeres— se dediquen a este "trabajo". "Ahora también están usando mis fotos para estafar a gente sobre criptomonedas, por los eventos de Bitcoin a los que he asistido", continúa Erika.
Ana ha recibido todas las pruebas con entereza y se ha enfrentado a su soldado en Siria. Pero el estafador (o estafadora) que se está haciendo pasar por Amber ha invertido demasiado tiempo y tiene ya una estrategia por si acaso: "Cariño, esto son los terroristas aquí en Siria, que nos hacen pasar por estas cosas"… Le ha mandado un montaje con un carnet de conducir y un pequeño vídeo que parece pasado por Inteligencia Artificial. Ana sigue hablando con ella. "¿Sabes lo que pasa?", elucubra Barragán al respecto, "es que nunca tienes la prueba final. Puedes saber que el teléfono es de Nigeria, de Tailandia o Vietnam. Puedes descubrir que las fotos son de internet... Pero nunca ves a la persona que está detrás de las conversaciones, así qu
Pero nunca ves a la persona que está detrás de las conversaciones, así que, de alguna manera, te agarras al clavo ardiendo de 'y si...'". Como la mayoría de las víctimas, Ana no va a denunciar, —"¿qué me va a decir la Guardia Civil?"—. Vergüenza, algo de miedo, y siempre un desengaño.
Estas navidades han sido quizá un poquito más tristes, pero desde luego más seguras, para Ana*. Era noviembre cuando esta mujer de mediana edad, originaria de un pueblito español, escribió a uno de los múltiples correos de "contáctanos" en El Confidencial.
*
Una IA podria ser potencialmente, mejor que cualquier humano. Los GPT por suerte necesitan mucha energia y eso limitaria su capacidad de difusion.
"Y hay algo más en común: el perfil de la víctima. Siempre es alguien muy solo, o que ha sufrido un desengaño, o una muerte".
Una congresista que aprobo una ley sobre las tragaperras, al entrar en un casino porque regalaban un desayuno, al ver a gente jugando, le parecio muy soporifero. Sin embargo, acabo perdiendo muchisimo dinero en las tragaperras, tras encontrarse a su hija ahorcada por una enfermedad mental.
Si ves un cervatillo huerfano puede sentir la necesidad de ayudarlo o ver un presa.