Tecnoburros

Hablemos de los seres más desastrosos del planeta. Los descubrí cuando hace años topé con la noticia de un fulano que se había cepillado, literalmente, la talla de un hórreo del siglo XVI que representaba a tres humanos en un acto amatorio. Quizás le ofendían las escenas explícitas por tener pensamientos que aún conocemos por estos lares. Quizá ni pensó. El caso es que se pulió la talla a la perfección, con una lijadora rotorbital con control de presión. Destrucción del patrimonio óptima gracias a una tecnología eficiente y rápida.

En otra noticia, aborígenes se dedicaban a vapulear periodistas para evitar la grabación de su fiesta. Ésta consistía en perseguir a un toro con un montón de todoterrenos que terminaban en un polvoriento atasco descomunal en medio de la nada. En algún lugar de Castilla La Mancha se organizaba un pifostio de polvo, diesel frito, griterío y un toro espantado dando tumbos, pero con autos con tracción en las cuatro ruedas, buena inclinación y ángulo de ataque, y excelentes sistemas de control electrónico para no precipitarse por las montañas de la zona.

Hace tiempo que reconocimos el efecto de los tecnoburros en todo el planeta: fueron los que quemaron a Giordano Bruno, los que lanzaron las bombas atómicas sobre ciudades, los que volaron por los aires los budas de Bamiyan, los soldados que saquearon museos en Irak o los creacionistas y los terraplanistas que usan Internet o la educación pública para propagar sus ideas de la Edad del Bronce, son los presidentes ejecutivos de redes sociales que implementan algoritmos para censurar sólo los pechos de las mujeres.

Aunque no son burros por hacer burrerías, pues no carecen de conocimientos. Son inteligentes y poseen la instrucción y los medios para hacer mejor que nunca sus desaguisados. Siempre surgen en el cuñadismo que se desarrolla desde la oralidad más intrascendente, donde imponen sus ocurrencias con ayuda de las emociones, el griterío y la violencia, apropiándose del poder de los medios y llegando a dominar tecnología con la que organizan, a través de todo tipo de artilugios, movidas cada vez más gigantescas.

En incontables ocasiones esta gente me ha hecho migas porque eran más inteligentes que yo; y si no salí demasiado molido fue a costa de usar la defensa Chewbacca y un montón de emojis de florecitas. Vivimos la apariencia de la civilización, pero tenemos a millones de estas personas con conocimientos para pilotar drones, disparar misiles atómicos o manejar una exitosa cuenta de Youtube que funcionan con mentalidades medievales, y que tecnificando su barbarie estan pergeñando la burrería de mayor impacto que ha conocido la historia.