Una crónica de Cuba sin Fidel
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Llegué a Cuba después de 12 años. El trámite de inmigración fue rápido, y los funcionarios no fueron amables pero tampoco antipáticos, lo cual ya es de agradecer. En el aeropuerto me esperaba un coche de alquiler. Me sorprendieron la oscuridad de las calles y la ausencia de señales indicativas: era incapaz de conducir solo al centro de la ciudad en la que nací. La radio del coche se encendió sola, la apagué varias veces pero insistió en no callar.