Tuve ocasión de escuchar al embajador rumano en España a principios de los 90. Triste, contaba que tenían esperanza de salir del horror de la dictadura comunista camino de la libertad y la prosperidad occidental. Pero que los americanos se habían plantado allí para llevarles su subcultura: chicles, comida rápida, armamento... Se dieron cuenta de que habían sido colonizados sin guerra de por medio.