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Vampiros en la Habana

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En algún lugar Cerca del mar Caribe a la altura de Miami, varios cientos de millas mar a dentro. El crepúsculo vespertino avanza hacia la noche cerrada y libre de contaminación lumínica. En el cielo se puede apreciar perfectamente la via láctea, no hace frio pese a ser mediados de diciembre y no se ve más luz que la de las estrellas y un ténue verde que fulgura en el alerón de estribor de nuestro buque. Un leve murmullo de las olas al golpear con el casco y de vez en cuando el resplandecer de la noche en la mar. Una paz perfecta a bordo de un monstruo de 16000 toneladas de acero fundido. Nadie nos ve, nadie nos mira....la dotación dormida se queda en manos del oficial y cuatro cabos del puente de mando que no están mucho más despiertos.
La somnoloencia y el suave balancear del barco hacen volar mi imaginación en el asiento del alerón....viejas historias de vampiros en la habana, seres que se arrastran por cubierta buscando la sangre de mi garganta...¡¡Huye pequeño marinero!!!!!, ¡¡¡corre por tu vida!!!!. Ante la grandiosidad del universo algo me dice que todo puede ser posible y ante estos pensamientos mi cuerpo experimenta un latigazo que me predispone a correr hacia el interior, hacia la seguridad.
Sin embargo algo inesperado sucede, de repente y contra todo pronóstico canta un grillo en cubierta. ¿Cómo?, tenemos un polizón. Lo detecto debajo del enjaretado de madera. Lo comunico como mera curisosidad al oficial de guardia y horas más tarde llega el Capitán de Coberta que es el que frustraría todos mis planes para con el bicho. ya llegada la mañana me ordenan levantar el enjaretado y darle caza al animal para el cual yo ya tenía preparada una caja de galletas con su lechuga y todo. Cual fue mi sorpresa al observar que una vez localizado el inquilino el Capitán procedió a aplastarlo con sus limpias y brillantes botas de oficial. Ese día perdió todo mi respeto, pero a él ¿qué le importaba?....ese dia algo murió dentro de mi, ¿por qué había matado al grillo con esa rabia, con ese arrebato de ira?, ¿No se suponía que los oficiales eran hombres de honor?, ¿A que se debía aquella animadversión por aquel insecto inocente?. No fue la muerte de pepito lo que me produjo rabia e impotencia fue la ira con la que aquel capitán sesgo su vida. Pareciera como si fuese el arma psicotrónica y torturadora del enemigo mas feroz. Incomprensible.

Gracias a aquello me gané la fama, no verbalizada, de rojo, incluso llegó a mis oídos que entre la oficialía se decía que yo era maricón. Nada más lejos de la verdad, ni rojo, ni maricón. Estaba de aquella tan inmerso en la música y en darle al fornicio con toda aquella que gustara que no había en mi mente ni lugar ni tiempo para la política.

Aún así me premiaron aquella navegación de ayuda humanitaria con una vistosa cruz al merito naval que por su puesto no fuí a recoger el dia del Carmén , lo que me granjeó no pocas tensiones y enemistades entre la oficilía generosa que me la había concedido. ¡¡¡¡Que los follen!!!! pensé y vaya que si les sentó mal, poco más y si no es por el único oficial de sangre noble de aquel lugar no hubiera ascendido en mi vida. En los informes rezaba que poseía una inteligencia mediocre, una actitud hostil y poco militar, algo que contrastaba en pleno con los informes de todos mis demás compañeros dónde se les calificaba de sobresalientes en todas las facetas. No obstante la coletilla de Ruiz y Ruiz de Cortazar a los informes fue demoledora y definitiva: Se ha ganado el respeto de compañeros y mandos. Y Punto, no había más que decir. Al poco tiempo zarpé hacia el Ferrol en otra experiencia más psicodélica que militar y de la que no salí tan bien parado, pero eso, polizones, es otra historia.

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