Ultras en clínicas
Aquí, un poco más abajo o más arriba, tenemos otra noticia de la concentración de los ultras de Hazte Oír en una “clínica de Madrid para acosar a las mujeres que van a interrumpir el embarazo”. Los cristofachos llevan lo menos medio siglo haciendo lío alrededor de las clínicas abortistas, con los problemas que ocasionan a los trabajadores y todavía más a las pacientes que no les queda otra que pasar junto a la turba de exaltados. Y lo seguimos permitiendo, como si se tratara de una protesta frente a un ayuntamiento o una contramanifestación más.
Hace un par de meses hubo manifestaciones feministas. Junto a una de ellas (salió un vídeo aquí) aparecieron chicos protestando con pancartas. A un lado mujeres y aliades malencarados gritándoles improperios, policía atribulada en medio, al otro lado los chicos con sus pancartas antifeministas aguantando el tipo. Todo bien. Los chicos de las pancartas estaban en sus sitios, con sus pancartas. Lógicamente, también respondían y vociferaban. Normal, estás protestando y es un sitio donde no te queda otra que alzar la voz. Y por qué no se va a poder hacer una contramanifestación de forma pacífica, ciertamente con gritos e improperios, pero pacífica, sin impedir, ni boicotear nada, pero haciendo ver que existe una legítima contestación.
Bueno, pues díganselo a los de la “manifestación atea” que cuatro monos iban a realizar hace unos años durante la Semana Santa a 500 metros de cualquier procesión, ¡a 500 metros en la parte más cercana!. Las autoridades se lo impidieron en cero coma. Por supuesto. En ambos casos estamos hablando de reuniones pacíficas de numerosas personas, o al menos de un grupo de adultos manifestándose para exaltar su ideología, o en contra de la manifestación. Con la actitud mental de que van a ir a la calle a reunirse con otros compas y celebrar su ideología o plantarse en un sitio para gritar consignas contra la ideología que no les simpatiza y aguantar los improperios de sus seguidores. El caso de las concentraciones junto a las clínicas abortistas es igual, pero solo por el lado de los cristofachas. Por el otro lado, los trabajadores o pacientes no van a exaltar nada, ni siquiera los pacientes llegan a ser un grupo y su actitud mental está lejos de pretender plantarse en un sitio para celebrar sus historias o decirles a los demás cómo deben ser las cosas. Son personas que están dirigiéndose al médico por un problema. Son pacientes.
Si cuando voy al hospital, en oftalmología (sala 3) ya me pongo nerviosito por tener que apretujarme junto al montón de gente que está esperando como yo, no imagino la reacción que tendría si toda esa gente se centrara en mí poniéndo caras mustias, abroncándome o tratando de convencerme de sus mierdas. Por muy pacíficos que sean, igual sufro un ataque de pánico que sale el berserker y me lio a guantazos, porque uno no va a oftalmología (sala 3) a colisionar contra una turba histérica, y pues el cerebro reptiliano vaya usted a saber por donde tira. Ningún paciente en su camino a un centro médico debería tener que apechugar con ningún grupo de fanáticos dispuestos a presionarlo o convencerlo de sus majaderías.
La permisividad que existe en este país con los cristofrikis y con su ideología en concreto, en cuanto a dejarles hacer cosas o protegerlos de expresiones contrarias, es extraordinaria. No es normal en un Estado liberal. Pero por alguna razón hay una cantidad inconmensurable de idiotas que creen que estas cosas de cristianos son como una especie de ONGs buenistas, quizá por el lavado de cerebro que les han realizado en las escuelas, o por ver año tras año todas esas películas del “Jesús jipi” y “Sor Citroen”. Lo peor es que se suelen definir como “liberales”. Con lo que históricamente han sufrido los liberales con esta gente, y en especial en España. Otra razón más para que el liberalismo se esté revolviendo en su tumba.