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Sherlock Holmes y "Los Meneantes" (I)

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Londres, 26 de Diciembre de 1888

- Bien, Watson… ¿me va a contar el problema que tiene su amigo Thurston1, o no?

Atónito, dejé sobre la mesa la carta que había estado leyendo.

- ¡Holmes! ¿Es alguna clase de chanza urdida entre usted y Ms Hudson? ¿Le ha enseñado a usted mi correo?

- ¡No, Watson, no!… ¿Aún no se ha acostumbrado usted a mis pequeños trucos?

- Pues no veo cómo, desde donde está usted sentado, puede ver lo que dice la carta…

Holmes se reclinó en el sofá, disfrutando por adelantado de la explicación que me iba a dar; se tomó su tiempo para encender su pipa recta de espuma de mar y, tras dar dos pipadas, se reclinó en el sofá y empezó a hablar:

- Amigo Watson, no hay magia ni burla en ello. En primer lugar, desde aquí no puedo distinguir la letra de la carta, pero vi que el sello no era británico, y llevaba doble matasellos, como se hace con los envíos del extranjero. También observé que no tenia remitente (sin duda una medida de protección, señal de que se trata de un tema importante) y que parecía usted un poco azorado; incluso se le escapó una mirada fugaz al rincón de la librería donde tenemos el “Anglo-Spanish phrase-book for travellers and students2.

Holmes se detuvo unos instantes, para aspirar otra vez de la pipa, y siguió.

- De ahí deduje que, por el sello, había reconocido usted la carta como proveniente de España. Abrió la carta, y enseguida se relajó. Se puso a leerla, primero con la alegría de quien sabe que un amigo le escribe, luego con la preocupación de quien ve que las noticias no son buenas. Así que en seguida pensé en su amigo Thurston quien, según me dijo usted hace tiempo, iba a pasar una temporada en España (cosa que, supongo, no recordó usted hasta que leyó la carta). Tras leerla, ha estado usted un rato pensativo, mirando alternativamente las hojas y a mi, como si no se decidiera a consultarme… Como ve, es bastante sencillo

Suspiré. Cuando Holmes hacía eso, me hacía quedar como un tonto.

- De acuerdo, Holmes. Con su permiso, le explicaré. Efectivamente, Thurston fue a España con intención de hablar con antiguos conocidos suyos sobre la posibilidad de realizar unas inversiones en las minas de Río Tinto; desgraciadamente, los sucesos de Febrero3 malograron ese negocio. Pero Thurston es uno de estos británicos que nunca se dan por vencidos, y gracias a sus amistades se acercó a Barcelona, donde ha invertido, con pingües beneficios, en la Exposición Universal que terminó hace unos días4. Como no es hombre capaz de estar mucho tiempo mano sobre mano, fue a Madrid, donde le presentaron a otros hombres de negocios. Es allí donde le hablaron de una sociedad filantrópica, la “Sociedad de Mendigos Ambulantes”, o “Sociedad de Meneantes”.

- Curioso. ¿Tiene algo que ver con la “Sociedad de Mendigos Aficionados” de Londres? 5

- No sé, no lo creo. Según Thurston, es una sociedad de fines filantrópicos, que se fundó hace algún tiempo, con la intención de proporcionar a los mendigos un plato caliente, un lugar donde dormir, y donde puedan pasar también un rato hablando, de ocio y diversión… Tienen varios locales en toda España. Hay una Junta de Administradores que se encarga de regular las admisiones y los castigos disciplinarios, y un Presidente que se mantiene en la sombra. Los mendigos pagan una módica cantidad por los servicios, y el resto lo financian empresas patrocinadoras.

- Y el problema es…

- Los mendigos rellenan una ficha, para evitar abusos, de modo que están registrados. Cada cierto tiempo, se ponen al día los archivos. Según Thurston, el número de afiliados ha ido descendiendo de forma sorprendente a lo largo de este año. De unos ocho mil, en Enero, han pasado a poco más de cinco mil, en Noviembre… Y nada justifica esa desaparición. Ni la situación económica ha mejorado tanto, ni redadas policiales… de hecho, nadie sabe nada de ellos. Thurston ve una gran posibilidad de inversión en este asunto, pero le asusta que haya algo sucio. Ha hablado con la Policía, con algunos de los administradores, con gente relacionada con las sociedades patrocinadoras, que también están asustadas… pero nadie sabe nada, o no quiere decirlo. En la carta me pregunta si podría encargarse usted de este caso… con gastos reembolsados y tarifa plena, claro.

Holmes alargó la mano hacia mí; le pasé la carta, la leyó reflexivamente, y dijo:

- Watson, ya sabe que mi tarifa es variable, limitada a lo que el cliente pueda pagar, siempre que se presente algo interesante. Y lo cierto es que ahora no hay nada mejor que hacer en Londres. Parece que el crimen londinense ya no es rentable para quien lo comete, o que Scotland Yard va aprendiendo a combatirlo. Coja la Guía Bradshaw6 y veamos qué trenes nos pueden llevar a Madrid. Cablegrafíe a Thurston que acepto, y hagamos las maletas.

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