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Sherlock Holmes y los Meneantes (VII)

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Madrid. Hotel Inglés, 31 de Diciembre de 1888, 19:30 p.m.

En espera de que nos llamen para la Fiesta del Nuevo Año en el Hotel, aprovecho para continuar con mis notas sobre este caso, cada vez más complejo.

Cuando Holmes despertó esta mañana, le enseñé el telegrama de los dueños de la Sociedad citándonos en el Hotel Palace de Madrid sobre las 11 A.M. Por supuesto, yo me había tomado la libertad de confirmar la cita. Holmes me felicitó, pues ello le daba tiempo para concertar otras visitas. Según me dijo, envió un telegrama a un Comisario de la Policía de Madrid, que le debía un favor1; y mientras desayunábamos en el Hotel, nos llegó su respuesta: nos esperaba a cualquier hora del día, con los expertos que necesitaba mi amigo. Holmes despachó a Thurston con instrucciones concretas para entenderse con él.

El Hotel Palace no hacía honor a su nombre: era un caserón desvencijado, cerca de la Plaza Mayor, cuyo único mérito era, seguramente, la discreción para la clientela.2 En un reservado nos esperaba el señor Ipunto, dueño de la “Sociedad de Meneantes”. Estaba acompañado de dos personas, cuyo apellido no recuerdo.3

El señor More, según Ipunto, lamentaba no poder unirse a nosotros, debido a unos compromisos previos. Holmes me dirigió una significativa mirada, y recordé su opinión de que se trataba de una persona ficticia, a quien culpar si las cosas iban mal dadas.

El dueño de la Sociedad era una persona joven, de cara alargada, con cabello oscuro rizado, barba y bigote poblados y alborotados. La sonrisa no le abandonaba nunca y, aunque parecía desentenderse de la conversación, noté que no se perdía ni un solo detalle.

Nos presentó a uno de sus acompañantes como su abogado: un individuo gordo, sudoroso pese al frío del reservado; ojillos porcinos tras gafas redondas; nariz recogida hacia atrás que dejaba ver dos fosas nasales frondosas como matorrales, y bigote que se avanzaba en punta, como los colmillos de un jabalí. En mi mente, este abogado fue para siempre “AvengerPig”.4

El otro personaje era también muy desagradable, por otras razones. Era pequeño de estatura, insignificante en el físico, e Ipunto parecía llevarlo a los sitios como adulador personal; siempre listo para cabecear en clave de conformidad, asentir a lo que dijera el amo, y hacer cualquier cosa que pidiese, desde abrirle la puerta hasta planchar su ropa interior. Para mí, este sujeto sería en adelante “Petty Allied” o “Panties-Iron5

Los detalles de la conversación (que se desarrolló en español) me los contó mi amigo tras salir del Palace.

Holmes continuó fingiendo ser el caballero inglés ahorrador que desea buscar un negocio rentable. No ocultó su identidad (sin duda las Monjas ya habían advertido a Ipunto de la visita de ayer) y me percaté de que el abogado y el dueño de la empresa le escuchaban con un punto de recelo 6

La charla -observaba yo- transcurría sin problemas, cuando Holmes introdujo la cuestión que yo esperaba que saliera: la agresividad que habíamos visto ayer en la Sociedad, y el supuesto rumor que se oía por Madrid sobre la desaparición de mendigos.

- Incluso hay quien dice –añadió Holmes, como quien cuenta un secreto- que esto podría estar relacionado con la aparición de cadáveres sin documentación en el río Jarama…

- Manzanares –dijo automáticamente Petty Allied.

La respuesta fue espectacular. AvengerPig, que sudaba como el río Ganges (en olor y en cantidad) se secó, de repente, como el desierto del Makran,7 y miró asustado a su jefe. Éste perdió la plácida sonrisa y miró furioso a Petty Allied, que casi se echó a llorar.

- Quiere decir… Manzanares; porque el rumor, si trata de cadáveres en Madrid, difícilmente puede hablar del Jarama, que no pasa por la ciudad.8 –dijo Ipunto.

- Por supuesto – dijo Holmes, con cara de no haber roto nunca un plato de porcelana de Wedgwood. Deben disculpar mi falta de conocimiento de la geografía española.

AvengerPig, que se había tragado el puro, volvió a transpirar y a oler, e hizo notar a su jefe que tenían otros compromisos. Fueran estos verdad o no, se despidieron de nosotros (Petty Allied casi iba llorando) y se fueron.

Nosotros fuimos caminando hacia la Comisaría del Distrito Central de Madrid, donde nos esperaba el amigo de Holmes, con un grupo de expertos forenses –y en otras disciplinas, como supe pronto- para celebrar una reunión en cumbre.

Sherlock me explicó lo que se había hablado, y sobre todo el gravísimo error cometido por Ipunto.

- No importa tanto el comentario del adulador –dijo- porque cualquier extranjero puede equivocarse en los ríos de Madrid, y es lógico que me corrigiera: efectivamente, el Jarama no pasa por Madrid. Pero la violenta reacción del gordo e Ipunto… es evidente que están relacionados con los asesinatos de mendigos… Ahora estoy casi seguro, Watson.

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