René Robert y el suicidio de la sociedad indolente
30 visitas
| votos: 6 · 0
| karma: 116
| 1
En una céntrica calle de un barrio pijo de Madrid había una puerta grande y pegado a ella un hombre sentado con un abrigo sobre los pies y un sombrero boca arriba. Era un pobre, de esos pobres que los ricos desprecian y necesitan a la vez. Los odian porque consideran que son algo sucio, degradado y feo que ofende a la vista, pero también los necesitan porque con ellos, de vez en cuando, pueden practicar la caridad cristiana, un día que les pilla bien o al salir de misa, antes del vermú o de vuelta al hogar con los pastelitos de domingo