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La [pen?]última vez que expulsamos a los Borbones (III): Cambiando de chaquetas

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Don Juan de Borbón (les ahorro el nombre completo) nació en 1913. Tenía casi 18 años cuando la presión popular, expresada mediante unas elecciones municipales, y el aislamiento institucional en el que se encontraba, obligaron a abdicar a su padre, Alfonso XIII.

Había ingresado en la Escuela Naval Militar de San Fernando el año anterior (Septiembre de 1930), pero la proclamación de la República obligó a interrumpir una carrera que prometía ser meteórica, como era el caso de todos los Borbones.1

Con la huella de la patada de la República aún reciente en el fondillo de los pantalones, solicitó el ingreso en la “Royal Navy” británica. Imagino que a nadie sorprenderá leer que fue admitido en la mejor Marina del mundo por expresa autorización del Almirante de la Flota, el Rey – Emperador Jorge V, que pasaba por allí y – como Alfonso XIII - también era nieto de la Reina Victoria.

Ingresó en la Escuela Naval de Darmouth y, más adelante, continuó su formación en varios buques de la Armada Británica. Los “abrazafarolas” de la monarquía nos venden que siguió la rigurosísima disciplina que debían sufrir los aspirantes a oficiales de la “Royal Navy”, siendo azotado “cienes de veces”. Ya he dicho que, uno de estos días, os cuento los castigos del “Preparao”. Lo cierto es que el mismo Don Juan cuenta haber abofeteado a un oficial. En tiempos de Horacio Nelson, hubiera sido ahorcado. En 1932, como mínimo expulsado de la “Navy”. Él contó con la “benevolencia” de sus superiores. Arrestito y a correr.

En 1933, la renuncia de sus hermanos mayores, junto con la imposibilidad – según las leyes de entonces – de sus hermanas de heredar los derechos dinásticos, le hacen a él candidato a Príncipe de Asturias. Acepta –cómo no, si los que rodean a su padre han mangoneado precisamente para que sea él el Heredero- y ya tenemos sucesor.

En 1935 pidió el retiro en la “Royal Navy”, ya que para continuar su carrera –por entonces era Alférez de Navío- debía renunciar a la nacionalidad española. No se crean lo de que estuvo una semana pensándoselo, ni que fue una durísima decisión para él. Su mirada estaba en el Trono.2 A pesar de todo, Jorge V le nombró Teniente de Navío honorífico. Lo que en Tierra equivaldría a “Capitán por la Patilla”.

Aceptada la sucesión, y tras el Golpe de Estado que - al fracasar parcialmente - dio origen a la Guerra Civil, Juan de Borbón, con el apoyo de su padre (esto hay que dejarlo claro), se implicó activamente en la sublevación.

No sólo hizo declaraciones entusiastas a favor de los golpistas. No se limitó a buscar financiación. Al parecer, entró en la España sublevada (llamémosla así, pues los hechos sucedieron en Agosto de 1936; por lo tanto, Franco no era aún cabeza de la rebelión) por Dancharinea (Navarra) con el nombre de Juan López, como si fuese un soldado raso, para intentar contactar con la Junta Militar de Burgos. Fue interceptado en Aranda de Duero y el General Emilio Mola le ordenó, por mediación del también general Fidel Dávila, volver a Francia, lo que hizo de inmediato.

El día 1 de Agosto pasó la frontera y el día 2 ya estaba de regreso en Francia. Sólo hizo una noche, en Pamplona. O los servicios de información de los sublevados, aún no creados oficialmente, eran excepcionales, o hubo una “filtración interesada” desde el entorno del ex-rey. Es decir, el “heredero” pasa la frontera, va a Pamplona, se deja ver por allí (incluso se vistió con la camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas... un año antes del Decreto de Unificación, que creó este uniforme y lo hizo oficial) [imagen con un mono azul, boina carlista, y flechas de Falange en el pecho], dice a todos que va a luchar en Somosierra, como un soldado de a pie, y su padre se preocupa de que Mola sea informado para que le devuelva "de volea" a Francia.

En otra ocasión -al menos- Don Juan expresó (ya a Franco) su deseo de luchar por los sublevados: el 7 de Diciembre de 1936 solicitó al Generalísimo (ya lo era) un puesto en el crucero “Baleares”.3 Franco le contestó que, sintiéndolo mucho, no podía acceder a su demanda. Y hete aquí que el “Baleares” se hundió el 6 Marzo de 1938, con 786 muertos; así que la visión profética del Caudillo demostró sus dotes salvíficas (pero sólo para Don Juan).

Escribió más cartas y telegramas: felicitando a Franco por su entrada en Barcelona; por su victoria final en la guerra, y en varias ocasiones hasta 1944, un caso claro de “qué hay de lo mío”. Además, para que no le ninguneasen, mostró su adhesión al bando franquista en varios discursos.

También buscó el apoyo de la Alemania nazi y de la Italia fascista para que apoyase sus pretensiones;4 pero, conforme la Guerra Mundial se volvía contra el Eje, Don Juan empezó a distanciarse del Régimen franquista y de sus peligrosos aliados.

Tras 1945, Don Juan vio su oportunidad; seguramente creyó que los aliados expulsarían a Franco de la poltrona y, ante la posibilidad de que se reinstaurase la República, el 18 de Marzo de 1945 Don Juan publicó el Manifiesto de Lausana, en el que rompía con Franco, le pedía que dimitiese y dejase paso a la Monarquía Tradicional, encarnada en él. En la prensa española se silenció este manuscrito, y en la extranjera se le hizo muy poco caso.

En 1947, con la promulgación de la Ley de Sucesión, en la que Franco se adjudicaba la Jefatura de Estado vitalicia y el derecho de nombrar Rey o Regente (y de anular su elección si se echaba otra cuenta), Don Juan pilló otro berrinche y publicó el Manifiesto de Estoril, en el que rechazaba dicha legislación.

En 1948 se produjeron contactos entre dirigentes socialistas (encabezados por Indalecio Prieto) y monárquicos (con Gil Robles y Vejarano, entre otros) que llevaron, en Agosto, al Pacto de San Juan de Luz, en el que ambas partes se comprometían en luchar contra el franquismo, dejando la forma de gobierno para una consulta posterior.

Pero Don Juan jugaba a dos barajas. Mientras sus emisarios se reunían con los republicanos, él se entrevistaba con Franco en el yate “Azor” - donde aceptó que el Infante Don Juan Carlos (“Campechano”) y su hermano Alfonso ("El Tiroteado") fueran educados en España bajo la tutela del Caudillo,5 - y rechazó explícitamente cualquier acuerdo con los exiliados y opositores al Régimen franquista.

Durante los años 50, el “chaquetero” Don Juan se mostró como un sumiso adepto a los Principios del Movimiento, entrevistándose varias veces con Franco en la finca extremeña de “Las Cabezas”, del Conde de Ruiseñada; supuestamente para tratar de la educación de “Campechano”, pero sin duda la pretensión de Don Juan era ganar legitimidad en sus pretensiones. No dudó, con esa misma intención, en acercarse a la Comunión Tradicionalista (carlistas) y aceptar los Principios Tradicionalistas, “a ver si colaba” y le nombraban también Pretendiente.6

En 1962 se celebró el conocido “Contubernio de Munich”.7 Don Juan se desmarcó rápidamente de estos contactos, negando conocimiento de ellos y declarando (a través de Su Consejo Privado) que quien hubiese participado en ellos quedaba fuera de su círculo.

A Don Juan "se le multiplicaban los enanos" en su afán por ser rey. No sólo tenía que combatir contra su hijo;8 como vimos en otro episodio, su hermano Jaime de Borbón se retractó de su renuncia al trono y se proclamó Jefe de la Casa de Borbón. No apuntaba a ser él Rey, pues la tradición borbónica exigía que no hubiese contraído un matrimonio morganático (con una plebeya); pero sí su hijo, Alfonso de Borbón y Dampierre, que hizo también unas declaraciones a los medios franceses mostrando que se consideraba candidato a la Corona.9

Pero al final Franco “abrió el melón”, y el 22 de Julio de 1969, las Cortes Españolas proclamaron a Don Juan Carlos de Borbón y Borbón Sucesor a título de Rey. Para ello, el Príncipe juró "guardar y hacer guardar las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del Movimiento Nacional".10

Y, con nuevo heredero, iremos ya al siguiente capítulo.

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