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El nuevo cine

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Ya sabemos que en el nuevo cine puedes poner los actores que te gustan en vez de los que haya elegido el director, cambiar sus voces o la banda sonora de la película. Pero quizá lo que no sepas es que también te cuenta la película desde un multiverso de relatos alternativos potenciales que surgen, conforme la reproduces, según tus deseos o atendiendo a los gustos que se registran en tu perfil, o incluso dependiendo de tu estado durante la reproducción. Un bostezo, que no has podido evitar dar, es captado gracias a la cámara de tu televisor; registrado de inmediato en el servidor de la plataforma de streaming, y el programa que genera la película da una resolución rápida a la historia sin perder la coherencia, para a continuación ofrecerte un nuevo contenido, aún más entretenido.

El nuevo cine acaba con las adiciones wokes y la censura de la mojigatería conservadora, es un “espacio seguro”, para todos. Ya no tenemos relatos amorfos que tratan de gustar a la mayoría, pero no ofender a estos o aquellos, no existen otras mentes ideando la ficción por nosotros, moralizándonos, incomodándonos, sorprendiéndonos o rompiendo nuestras expectativas. Según mi perfil, obtenido por la plataforma de streaming a través del escrutinio de mis búsquedas por la web, las películas que voy a ver solo incluyen a protagonistas voluptuosas, ligeras de ropa, que tienen sexo a la menor ocasión, independientemente del argumento. Todas las tramas de mi colección se resuelven con sexo a raudales. En el crisol de mi cuenta surgirá la largamente buscada quimera entre la pornografía y el buen cine.

Por supuesto voy a tener a mi Cleopatra blanca, con apariencia de cajera de Mercadona (fruto del largo linaje de amor entre hermanos), en todas las películas que voy a ver sobre Cleopatra. Ni Adele James, ni Elizabeth Taylor, sino una perfecta recreación histórica de la reina del Nilo producida desde los bustos más fieles al personaje real. Y mi Cleopatra va de una orgía a otra pasándoselo bien, y el argumento es… que folla con todo el mundo, y se lo pasa bien. Esto quizá ya no sea tan verosímil, pero se trata de mis gustos y de mi dinero; ningún guionista me va a amargar con una tragedia heteropatriarcal sobre intrigas palaciegas entre caudillos romanos. Mi Cleopatra es una reina empoderada que se va a pasar la película follando, y eventualmente le dará una paliza al meapilas de Augusto en Accio.

Si bien poner a una Cleopatra blanca y liberada sexualmente tiene una buena justificación histórica, el reverso tenebroso del nuevo cine es que los racistas pueden hacer que desaparezcan todos los negros de una película, dejándola sin sentido en algunos casos. Si en “El color púrpura” todos los actores son blancos, hay que reconocer que ahí estaría ocurriendo algo inquietante. No importa, porque el argumento de “El color púrpura” puede cambiar a la cosmovisión supremacista del espectador, y puede titularse “El color blanco”, y hacer que los negros sean los opresores, o cambiar a los negros por pelirrojos. Sea como sea, el nuevo cine tendrá al racista contento, de modo que por fin se respetará la libertad del consumidor, y por fin vamos a completar la aspiración de las vanguardias artísticas posmodernas del siglo XX de acabar con la idea aristotélica del arte como transmisor de las virtudes religiosas o morales de una sociedad. Ese montón de basura, indistinguible de un montón de basura, es arte porque para ti tiene sentido y te gusta. Y tu plataforma de streaming te va a dar lo que te gusta

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