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La cultura de la cancelación existe

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Decía un cómico que la cultura de la cancelación no existe. No puede estar más equivocado. La cultura de la cancelación existe. Y es bueno que exista. Es de hecho inevitable. Toda sociedad es moral. Todo arte, política y expresión son expresiones morales. En la literatura, en las películas, y hasta en la mayoría de los videojuegos nos dicen quienes son los malos, quienes son los buenos, y como deben resolverse las cosas. En los programas de “el corazón” o de política tenemos a tertulianos criticando la vida de unos y otros en un sentido moral, incluso cuando se refieren a la estética es, en el fondo, una cuestión moral. Desde la familia, a la tribu, a las amistades y las redes sociales, todos, todo el rato, te están diciendo cómo deben ser las cosas, y como debes ser tú con respecto a su moral. Cómo debes comportarte, como debes vestirte, decorarte o acicalarte y cómo no debes hacerlo. Y si no eres como ellos quieren que seas, o si no te expresas como ellos piensan que debes expresarte, pues te lo dirán, te criticaran, protestaran, se lamentarán. Si insistes en hacer lo que no les gusta, probablemente te hagan la vida un poco difícil, o se distanciarán de ti, te cancelarán, no por malicia, sino porque no encajas en su idea de “un mundo donde se vive bien”, y eso les hace sufrir. Hemos sido así de plastas desde las primeras tribus, porque necesitamos crear cierta homogeneidad moral para poder adherirnos sin hacernos excesiva mala sangre y funcionar en sociedad, de lo contrario, siendo monicacos tan birríaticos, cualquier león famélico daría buena cuenta de nosotros.

Lo que pasa es que las sociedades estratificadas nos han dado la libertad de expresarnos en pequeños guetos fuera del alcance del cónyuge, de la familia o del chamán de la aldea. Se podían hacer ciertas cosas a escondidas, y establecer una doble moral y hasta, más raramente, contubernios revolucionarios. El problema ha llegado al confundir las redes sociales con esos pequeños reservorios de libertad, pensando que el diálogo de las redes sigue siendo en un lugar donde contar con la complicidad de los compadres de los antiguos reservorios, ignorando que tu mensaje puede llegar a todo el mundo y que todos, cada vez más, tenemos distintas ideas sobre el “mundo donde se vive bien”. Y no queremos que nos fastidies ese mundo con tus porquerías. Entonces pasa que en una película de Disney donde se besan dos lesbianas ponemos el grito en el cielo, porque en el “mundo donde se vive bien” el lesbianismo no debe existir, por lo tanto, no deben existir mujeres besándose en un sentido amoroso. Si esa película está estropeando mi “mundo bueno” al normalizar el lesbianismo por qué no voy a poder protestar, criticarla, negarme a verla y decirle a todos que sigan mi ejemplo. Si asumo los efectos de mis expresiones en las redes, tanto las reacciones como los apoyos que van a tener esas expresiones, no veo por qué no voy a poder expresarme. Si no lo hago por importunar a algún individuo o colectivo, eso si que sería una mala cultura de la cancelación. No estoy más que haciendo moral de tribu con la que adherirme en torno a la idea del “mejor mundo” con las personas que comparten esa idea conmigo. Estoy haciendo sociedad, evitando que caigamos en las garras del primer león piojoso.

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