¿Cuándo dejó de molar la democracia?
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Nace el pequeño, pongamos Lucas, y Rodolfo no cabe en sí de gozo. Su nieto por fin disfrutará de aquello que él añoró en su infancia. Imaginen que el regalo no es un yate de magna eslora, ni una casa en el centro con traviesas a la vista, ni tan siquiera un reloj de oro. Imaginen que el regalo se llama democracia. En esta efectista ecuación de cariño falta una variable: el propio Lucas. Damos por hecho que el chaval apreciará el presente de su abuelo, pero a lo mejor es un nieto algo ingrato, cosas de los tiempos, y tampoco le hace