La apología de la tortura en el siglo XXI (o por qué la ultraderecha europea adora a Putin)
Tras el atentado contra el auditorio de Moscú cometido por el ISIS, 11 personas han sido detenidas bajo la acusación de llevarlo a cabo. En su comparecencia ante el juez, la policía rusa no se ha molestado en ocultar las salvajes torturas a las que fueron sometidos. Uno estaba semiinconsciente en una silla de ambulancia. Los demás mostraban graves lesiones en el rostro y, si pudiésemos ver bajo su ropa, estoy seguro de que el espectáculo sería mucho más dantesco. De hecho, la policía putinista ha difundido por grupos de telegram imágenes con las brutales torturas a las que fueron sometidos para que todo el mundo las conozca www.infobae.com/america/mundo/2024/03/25/las-espeluznantes-torturas-qu
Cuando el portavoz del gobierno ruso fue preguntado sobre si sufrieron torturas, se limitó a callar y pasar a la siguiente pregunta. Putin asesina a sus opositores, incluso a los ya encarcelados y a los exiliados, y no se molesta en ocultarlo, usando métodos como el polonio y otras técnicas de envenenamiento químico cuyos efectos son más que visibles. Putin tortura a quien le place y lo exhibe orgulloso ante el mundo. Exactamente igual que el franquismo en España, que usaba la tortura y el asesinato de los disidentes no sólo para eliminarlos, sino para atemorizar a la población y disuadirla de oponerse a la dictadura. Por eso (y por su autoritarismo extremo, su ultranacionalismo, su homofobia y su machismo sin complejos...) nuestra ultraderecha patria adora a Putin. Por eso cualquier demócrata debe sentir repugnancia ante su régimen.
La tortura es uno de los peores crímenes de Estado concebibles. Primero porque nuestra propiedad más sagrada es nuestro cuerpo, de modo que los ataques contra la integridad física inherentes a la tortura constituyen la violación más brutal de la dignidad humana, conllevando simultáneamente un atentado atroz contra su integridad moral, dada la situación de extrema denigración que implica someterte a la condición de saco de boxeo en manos de una bestia. Pero la tortura también es extraordinariamente execrable porque somete a un sufrimiento extremo a un individuo bajo una premisa que perfectamente puede ser falsa, pero que el criminal que le atormenta da por cierta.
El torturador asume que la víctima es, por ejemplo, un terrorista, y le arranca la piel a tiras para que lo confiese. Pero perfectamente puede no serlo (en Euskadi tenemos no pocos ejemplos de gente abertzale torturada por la policía bajo el falso axioma de que eran etarras...pero no lo eran y no sabían nada de ETA). La total falta de garantías que rodea a la tortura es caldo de cultivo perfecto para esos "errores". Y es difícil imaginar un infierno peor que el de ser sometido al dolor más salvaje sin poder evitarlo porque no puedes decirles aquello que quieren que digas...simplemente porque no lo sabes. Lo mismo sucede cuando detienen a alguien que, efectivamente, es miembro de un grupo criminal, y parten de la premisa de que, por serlo, conoce ciertos datos. Él los desconoce porque pertenece a otra célula o simplemente no ha tenido contacto con el plan al que se refieren. Y tendrá que soportar asfixia, descargas eléctricas, palizas...hasta que el torturador quiera o hasta que acabe muriendo y siendo enterrado en cualquier descampado.
El putinismo es extrema derecha y, como tal, representa el Antiguo Régimen donde el déspota, con las armas de la brutalidad y el oscurantismo, convierte el Estado en su juguete y a los ciudadanos en animalillos asustados que rezan para no ser mal vistos por alguno de sus matones, y cuya misión es trabajar, callar y obedecer. Por eso Putin financia a los partidos ultras europeos, por eso se ve obligado a invadir países para aumentar su territorio (pues nadie en su sano juicio quiere formar parte de la cárcel abyecta que hoy es el Estado ruso) y por eso es necesario convertir Europa en un baluarte de los Derechos Humanos, la democracia y el reconocimiento de cada individuo como un fin en sí mismo cuya libertad y dignidad son los valores superiores que constituyen la razón de ser del Estado, surgido para servirles y convertirse en la casa común donde toda persona pueda construir su proyecto de vida en libertad independientemente de su raza, credo, orientación sexual o forma de ver el mundo. Por eso hay que parar a la extrema derecha tanto en las fronteras de Ucrania como en cada proceso electoral en países europeos donde concurran los amigos de Putin, empezando por Vox.