Alemania 1932: Un curioso “precedente” de la “Movida Madrileña”
Entrecomillo en el título la palabra precedente porque, como verá el que lea el artículo, no se puede considerar que los hechos que voy a contar sean extrapolables a lo sucedido en la Comunidad de Madrid ayer. Tampoco las enseñanzas que podemos aprender a toro pasado de lo ocurrido en Alemania nos sirven de mucho… como suele pasar con los seres humanos. Entra historia.
Entre 1928 y 1932 la República de Weimar sufrió un periodo de enorme convulsión económica (la Gran Depresión) y política (cuatro elecciones federales, además de una presidencial en dos vueltas; cuatro cancilleres distintos) debido a la imposibilidad de formar mayorías parlamentarias estables. Quien quiera ampliar un poco más sobre este período, concretamente sobre las elecciones de 1932, puede leer otra TRIBUNA que escribí: www.mediatize.info/story/ley-weimar-otras-leyes-no-no-va-ahi
Las elecciones convocadas por el canciller (desde el 1 de Junio) Franz von Papen1 y celebradas el 31 de Julio de 1932 se tradujeron en un Reichstag profundamente dividido, como ya era tradición.2 El partido más votado fue el nacionalsocialista (NSDAP) con 230 escaños, seguido de los socialdemócratas (SPD), con 133; los comunistas (KPD) tenían 89; los conservadores católicos del Zentrum 75; los monárquicos nacionalistas (DNVP) 37, y seguían otros partidos pequeños, hasta un total de 608 escaños. [IMAGEN].
La mayoría absoluta estaba en 305. Ya por encima se advierte que la única posibilidad de un gobierno estable apoyado por dos partidos era una coalición de NSDAP con los católicos conservadores de Zentrum, que sumarían justo los 305 escaños imprescindibles. Una mayoría demasiado justa y que, además, resultaba poco viable por la desconfianza que los católicos tenían hacia los nazis y el desprecio de Hitler y los suyos por los vaticanistas.3
Para desatascar la situación, el viejo presidente Paul von Hindenburg (84 castañas) podía contar con el “Decreto presidencial”, que le permitía nombrar al candidato para formar gobierno (otra cosa es que luego éste consiguiese los apoyos suficientes). Pero Hindenburg no quería nombrar Hitler, a quien odiaba y motejaba despectivamente como “cabo checo” o “cabo bohemo”4; y la intransigencia de Hitler - que quería ser canciller o nada, y no aceptaba otra componenda - no favorecía la negociación. Aunque lo cierto es que, siendo la fuerza más votada con mucho del Reichstag, tampoco le faltaba parte de razón.
El caso es que Hindenburg eligió seguir confiando en Papen (tampoco tenía mucho más remedio) y así llegó el 12 de Septiembre de 1932, fecha de comienzo de las sesiones de trabajo del nuevo Reichstag. Previamente, el 30 de Agosto, se había constituido el Presidium, o Gobierno del Reischtag: Hermann Göring fue elegido Presidente del Parlamento, con apoyo del NSDAP y Zentrum. Lo cierto es que parecía lo justo, con 230 escaños.
Papen era consciente de que no tenía apoyos suficientes; no contaba con ningún partido seguro, ni siquiera el Zentrum (del que había formado parte) ni los nacionalistas del DNVP (hacia los que se inclinaba últimamente) y sólo podía confiar en que la rivalidad entre todos ellos y el hartazgo de la inestabilidad política permitiesen que arrancase con un programa de gobierno que él creía atractivo: paz, seguridad, reactivación económica… lo de siempre. Tres de sus ministros eran del DNVP, y los demás independientes.
Pero como no era un novato se preparó para lo peor, consiguiendo del Presidente Hindenburg un Decreto de Disolución del Reichstag. Y es que corrían rumores de que algunos grupos parlamentarios (sobre todo los comunistas del KPD) podían anunciar la presentación de una Moción de No-Confianza. En el Decreto no se hablaba de elecciones de manera inmediata, sino que Papen pensaba convocarlas más adelante, cuando hubiera escampado un poco. Técnicamente se trataba de una violación de la Constitución, al no incluir en el Decreto la fecha para unas nuevas elecciones; pero la República de Weimar era un régimen semipresidencialista, que concedía al Presidente extensas prerrogativas.
Sin embargo, Papen estaba tranquilo ¿Cómo iban a unirse a los del KPD los votos de los nazis, que les odiaban, los monárquicos del DNVP, los socialdemócratas que también eran enemigos de los comunistas? ¡Imposible! Además, con que solo un diputado protestase contra la moción no se procedería a la votación inmediata, sino que se abriría un tiempo de debate; lo que daría tiempo al Canciller para disolver el Reichstag.5
Así que se olvidó el Decreto de Disolución y acudió al Reischstag armado solo con su Programa de Gobierno. Y nos podemos imaginar que casi le da un chungo cuando el líder del KPD, Ernst Torgler, anunció su enmienda a la Orden del Día y todos se quedaron con las manos en los bolsillos, mirando al techo, y silbando.6
Los nazis salvaron (momentáneamente) a Papen al pedir un aplazamiento para ir a solicitar instrucciones a Hitler. Lo que dio tiempo al Canciller para mandar a buscar a su casa el Decreto de Disolución.
Hitler había pensado también que algún diputado se opondría, evitándole tener que votar a favor de los comunistas. Pero, obligado a elegir entre quedar mal votando una enmienda comunista y salvar el trasero a Papen, eligió lo primero: dio instrucciones a los suyos de que votaran para derribar a Papen.
Pero, mientras tanto, Papen ya tenía el Decreto de Disolución consigo, y cuando se volvió a abrir la sesión apareció con la caja de documentos que lo contenía. Göring, como todos, conocía la caja y sabía lo que había dentro; y cuando Papen pidió la palabra para proceder a la Disolución de la Cámara, fingió ostensiblemente no verlo; miró a otro lado, simuló escuchar otras llamadas… Papen, según testimonios de los periodistas acreditados, se puso rojo apoplético y blandió desde su posición (a la derecha de la Tribuna del Presidente, véase imagen en las notas) el Decreto; Göring ni se inmutó y continuó apartando la vista, con una sonrisa, mientras ordenaba que comenzase la votación. El Canciller, ya de color morado podemita, bajó y arrojó el papel ante el atril de Göring; pero el obeso nazi continuó como si nada, hasta que acabó la votación.
Papen y sus ministros, indignados, abandonaron la Cámara, y no pudieron ver el aplastante resultado: 513 contra el Gobierno, solo 42 a favor.
Y fue entonces cuando el caradura de Göring, mirando delante de él, fingió reparar en el documento que había dejado de él Papen; se lo leyó a la Asamblea y concluyó que, puesto que había sido redactado y firmado por un Canciller que había sido desposeído del cargo por una mayoría constitucional, ya no procedía hacer ningún caso de él.
Así concluyó la legislatura, antes de haber empezado. Papen siguió siendo el Canciller un tiempo, hasta el 17 de noviembre, pero de manera zombificada, con la casi única misión de convocar el nuevo proceso electoral. Una vez Hitler se apalancó en el poder, fue marginado de la política, como casi todos los viejos carcamales. Estuvo a punto de ser asesinado en la “Noche de los Cuchillos Largos”. Más adelante sirvió al III Reich como diplomático. Fue juzgado en Núremberg y absuelto (sobre todo por los manejos del Vaticano). De Göring, Hitler, y los demás, no diré nada; demasiado conocida es su historia.
CONCLUSIÓN: Estos sucesos no cambiaron en nada el curso de la Historia; solo se recuerdan como un hecho ridículo y chusco, que provocó entre la opinión pública alemana una penosa impresión de la seriedad del Parlamento y la Democracia. O eso es lo que dijeron los periodistas extranjeros. Pero lo cierto es que, entre comunistas, nazis, monárquicos, ultraconservadores y otros, no había mucha gente en esos momentos que defendiese la democracia en Alemania. Quizás los socialdemócratas eran los únicos que creían en ella.
Y por eso cayó la República de Weimar. No por “los políticos”, sino porque los políticos salen del pueblo, y reflejan sus virtudes y defectos.