El agnóstico blandengue
El agnósticismo es esa postura chaflutera que habla sobre nuestra incapacidad para saber si es real o no cualquier reconocido personaje de ficción, porque “quizá seamos nosotros las ficciones, y nuestro universo es una ilusión…”, en ese punto sería bueno tener al agnóstico al alcance del palo de selfie a fin de propinarle la “ilusión” de una buena tunda. Lástima que sea políticamente incorrecto introducir EL DOLOR como aporte al debate.
Pero el agnóstico no quiere quedar mal con nadie (¡porque es un blandengue!), y no es tan maniobrero como para discutir el conocimiento fundamentado en la ciencia y guiado por un moderado escepticismo con el que podemos llegar a diferenciar los fenómenos más o menos reales de las infinitas ocurrencias de los charlatanes, con el fin de no volvernos excesivamente locos. Se mueve pues entre la superficie de la racionalidad y las teorías cosmológicas, apañándoselas para que todo debate sobre Dios acabe en oscuras divagaciones en torno al misterio de lo incognoscible. De ese modo aparenta ser un escéptico radical incapaz de decidir si existe o no Gandalf o Superman, porque “cómo podemos saber qué o quien inició el BIG BANG con todos los ajustes precisos para que apareciera el hombre, Shakira y la canción de BZRP Music Session #53…” PALO DE SELFIE.
El agnóstico sabe que los relatos de los dioses de las religiones merecen ser enlazados con el origen y el devenir del universo tanto como merece ser conectado todo eso con los comics de superhéroes, pero, aun así, entrará al debate de la existencia de Dios metiendo por medio Cosmología del Canal Historia y enredando en torno a un personaje sobre el que reconoce ignorar todo (¡aunque eso no le impide hablar!), pero que los religiosos tienen muy claro quien es, que es lo que quiere y como se llama: es omnipotente, superpoderoso, superguay, se llama Yahvé, Alá o Gaia, es incausado o nació de la cabeza de otro dios o de una virgen, vela por los humanos, especialmente si son judíos, brahmanes o millonarios, le agrada que le sacrifiques pollos, jóvenes vírgenes o prisioneros de guerra asirios, impuso un férreo sistema de castas, quiere que te dejes barba, quiere que te cubras la cabeza, que le rebanes parte de la pilila al crio, pero que no le pongas gomas a nadie ahí, que no abortes y que te pongas un pijama para ir a la playa, pone y depone al rey de un cónclave de magos y por su gracia tenemos un rey que representa a un país de idiotas, no quiere que te masturbes, no quiere que folles con gente de tu sexo, no quiere que folles antes del matrimonio, no quiere que folles...
Por supuesto los agnósticos no hablan de nada de eso, ellos disertan obnubilados sobre multiversos, ajustes finos y sobre la razón que quizá se vislumbre detrás de todas esas cosas ¿Y qué tiene que ver eso con todo lo que saben los creyentes sobre sus dioses? El agnóstico no lo sabe, aunque su ignorancia no le impide meterse en los debates con ellos. Pero si los frikis seguidores de los comics de Superman tomaran por reales sus historias y las defendieran en los foros ¿no sería absurdo que se metiera por medio un tipo haciendo de agnóstico? incluso aunque el comic nos dibuje el origen del universo, incluso aunque Supermán tuviera miles de millones de fans, incluso aunque ese comic tenga cuatro mil años de antigüedad. El agnóstico que hace de agnóstico en los debates públicos es una bala perdida, porque usar el agnosticismo donde la mayoría de creyentes no piensan a su creador con la sofisticación y la sutileza de los deístas deja un espacio intelectual inmerecido a los relatos pueriles y peligrosos sobre dioses que mandan hacerles perrerías a los críos en sus pililas.
