"Imagínense ustedes a qué cabecita loca se le podía ocurrir que (...)"
Estas costumbres "absurdas" que propugnan muchas veces las religiones (pero no solo las religiones) sirven a un instinto básico del ser humano: el instinto de coaligación, o sea, el instinto de formar grupos con fuertes lazos de unión. Una costumbre absurda de un grupo une a los seres humanos de ese grupo con fuerza, y sobre todo los separa de los demás, de los "otros", al crear una identidad común propia. En un mundo de recursos escasos era (y es) importante que un grupo esté muy unido ante la amenaza de otro que pretenda apoderarse (o no entregar...) sus recursos.
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Estas costumbres "absurdas" que propugnan muchas veces las religiones (pero no solo las religiones) sirven a un instinto básico del ser humano: el instinto de coaligación, o sea, el instinto de formar grupos con fuertes lazos de unión. Una costumbre absurda de un grupo une a los seres humanos de ese grupo con fuerza, y sobre todo los separa de los demás, de los "otros", al crear una identidad común propia. En un mundo de recursos escasos era (y es) importante que un grupo esté muy unido ante la amenaza de otro que pretenda apoderarse (o no entregar...) sus recursos.