Nadie parece defenderles desde "arriba", así que tienen que organizarse y salir a la calle a luchar por su sustento. A alguien debería caérsele la cara de verguenza, a todos. Son nuestras madres, nuestros padres, han luchado a brazo partido durante décadas para sacarnos adelante, a nosotros y al país. Y ahora se les niega el pan y se les condena a vivir de forma miserable como premio. Somos una verguenza de país, tenemos una verguenza de dirigentes. Pero sus señorías con una legislatura tienen derecho a la pensión máxima, sin sonrojo. Ni en las tribus más primitivas del Africa negra se entendería dejar a los ancianos de esta manera: allí cuidan, colman, veneran y respetan a sus ancianos. Nos hemos convertido en una sociedad de salvajes.