1.- Ninguno artillero (El Coronel Émilien Maurel, Presidente; el Teniente Coronel Echemann; los Comandantes Florentin et Patron; los Capitanes Roche y Freystætter, de Infantería; el Comandante Gallet, de Caballería), todos de la “Vieja Escuela”; es decir, ninguno era “Politécnico” como Dreyfus.
2.- Los periódicos que apoyan la postura del Ministerio de la Guerra, como “L’Éclair”, publican artículos alarmistas con la expresión: “C’est le huis clos ou la Guerre”, que achacan a un miembro no identificado del Consejo de Guerra. En un país escocido por la humillante derrota de 1871, y que tiene conciencia de que su Ejército no está preparado aún para la guerra con Alemania, esto creó una gran ansiedad en la opinión pública.
3.- Cada vez que Demange se opone al “huis clos” alegando que la acusación se basa en un solo documento, Maurel le manda callar, pues dice que no se puede hablar de pruebas antes de decidir el propio “huis clos”. Pero no creamos que los jueces son venales o injustos: posteriormente, algunos (sobre todo Freystætter) reconocerán la injusticia. El problema es que los jueces son militares, no excesivamente versados en asuntos legales; y, sobre todo, no pueden concebir que militares como Henry o Du Paty falsifiquen pruebas o se inventen cosas, ni que superiores como Mercier actúen más por salvar su puesto en el Gobierno que por su honor y el bienestar de Francia.
4.- En la primera de las irregularidades del Juicio, se permitió estar a dos personas que, en principio no deberían estar allí: el Prefecto de Policía Louis Lépine, y el Coronel Picquart (que por entonces creía firmemente en la culpabilidad de Dreyfus), que tenía la misión de informar al Ministerio de la Guerra de la evolución del proceso.
5.- El mejor momento ocurre cuando, al afirmar Du Paty que, al llegar en el famoso dictado a la frase del freno hidráulico, Dreyfus había temblado y su letra cambiado, Demange muestra el dictado a los jueces, para que comprueben que no existe variación en la letra. Du Paty, confuso, dice que eso prueba que Dreyfus era un simulador, pues un inocente “hubiera temblado al ser interpelado”. Huelga decir que esto produjo una triste impresión en los presentes.
6.- Por ridículo que parezca, la frase produjo impacto entre los jueces (que no podían creer que Henry, Oficial de la Legión de Honor, cometiese perjurio). De hecho, el supuesto informador era un agente de la Embajada española, Raimundo Güell y Borbón, Marqués de Valcarlos, que pese a su título rimbombante (creado por Isabel II en 1866 - durante su exilio -, para su primer y único poseedor), lejos de ser una persona honorable, era un crápula que vivía de dar sablazos y vender secretos e influencias ante la embajada española. Es cierto que Valcarlos había dicho a Henry que había un traidor en el Estado Mayor, pero es falso que acusase a Dreyfus; incluso, según otro agente del Contraespionaje llamado François Guénée, le había dicho: “Si conociese el nombre del traidor, os lo diría”.
7.- Objetivamente, el mejor grafólogo de ellos era Alfred Gobert, todo un experto en falsificaciones de la Banque de France. Él cree que no es la misma escritura, que incluso las similitudes pueden ser la de alguien imitando la letra de Dreyfus. Con él, otro experto llamado Pelletier opina que Dreyfus no es el autor del "Bordereau". En el otro bando, los expertos Charavay y Teysonnières creen que sí. Sin embargo, las declaraciones exculpatorias no serán tenidas muy en cuenta, ante la mayor fama de Bertillon, que declaró el último. No era grafólogo, pero estaba en la cumbre de su carrera como criminalista... aunque su gloria se fundaba, en realidad, en aplicar las teorías de su padre, Louis Adolphe Bertillon, verdadero inventor de la Antropometría.
8.- Semejante disparate hizo exclamar a Dreyfus (o a Demange, según otros testigos): “Así pues, se condena porque las letras son similares, y se condena porque las letras son diferentes”
9.- En Francia era absolutamente ilegal aportar a los jueces pruebas a espalda de la Defensa. Cometer esa irregularidad era causa absoluta de anulación del juicio. Para mayor oprobio de los que fabricaron el Dossier (el Ministerio y el Contraespionaje), ellos -mejor que nadie- sabían perfectamente que, de todos sus documentos, sólo uno de ellos hablaba de espionaje... y no podía ser atribuido a Dreyfus. El resto de documentos del Dossier se referían a relaciones de homosexualidad y adulterio entre los agregados militares y figuras de la sociedad parisina. Dreyfus no tenía absolutamente nada que ver con estas historias, pero al introducirlas en el juicio tenían la intención de producir repulsa entre los muy conservadores, en materia de sexo, jueces militares. Veremos el resultado...
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1.- Ninguno artillero (El Coronel Émilien Maurel, Presidente; el Teniente Coronel Echemann; los Comandantes Florentin et Patron; los Capitanes Roche y Freystætter, de Infantería; el Comandante Gallet, de Caballería), todos de la “Vieja Escuela”; es decir, ninguno era “Politécnico” como Dreyfus.
2.- Los periódicos que apoyan la postura del Ministerio de la Guerra, como “L’Éclair”, publican artículos alarmistas con la expresión: “C’est le huis clos ou la Guerre”, que achacan a un miembro no identificado del Consejo de Guerra. En un país escocido por la humillante derrota de 1871, y que tiene conciencia de que su Ejército no está preparado aún para la guerra con Alemania, esto creó una gran ansiedad en la opinión pública.
3.- Cada vez que Demange se opone al “huis clos” alegando que la acusación se basa en un solo documento, Maurel le manda callar, pues dice que no se puede hablar de pruebas antes de decidir el propio “huis clos”. Pero no creamos que los jueces son venales o injustos: posteriormente, algunos (sobre todo Freystætter) reconocerán la injusticia. El problema es que los jueces son militares, no excesivamente versados en asuntos legales; y, sobre todo, no pueden concebir que militares como Henry o Du Paty falsifiquen pruebas o se inventen cosas, ni que superiores como Mercier actúen más por salvar su puesto en el Gobierno que por su honor y el bienestar de Francia.
4.- En la primera de las irregularidades del Juicio, se permitió estar a dos personas que, en principio no deberían estar allí: el Prefecto de Policía Louis Lépine, y el Coronel Picquart (que por entonces creía firmemente en la culpabilidad de Dreyfus), que tenía la misión de informar al Ministerio de la Guerra de la evolución del proceso.
5.- El mejor momento ocurre cuando, al afirmar Du Paty que, al llegar en el famoso dictado a la frase del freno hidráulico, Dreyfus había temblado y su letra cambiado, Demange muestra el dictado a los jueces, para que comprueben que no existe variación en la letra. Du Paty, confuso, dice que eso prueba que Dreyfus era un simulador, pues un inocente “hubiera temblado al ser interpelado”. Huelga decir que esto produjo una triste impresión en los presentes.
6.- Por ridículo que parezca, la frase produjo impacto entre los jueces (que no podían creer que Henry, Oficial de la Legión de Honor, cometiese perjurio). De hecho, el supuesto informador era un agente de la Embajada española, Raimundo Güell y Borbón, Marqués de Valcarlos, que pese a su título rimbombante (creado por Isabel II en 1866 - durante su exilio -, para su primer y único poseedor), lejos de ser una persona honorable, era un crápula que vivía de dar sablazos y vender secretos e influencias ante la embajada española. Es cierto que Valcarlos había dicho a Henry que había un traidor en el Estado Mayor, pero es falso que acusase a Dreyfus; incluso, según otro agente del Contraespionaje llamado François Guénée, le había dicho: “Si conociese el nombre del traidor, os lo diría”.
7.- Objetivamente, el mejor grafólogo de ellos era Alfred Gobert, todo un experto en falsificaciones de la Banque de France. Él cree que no es la misma escritura, que incluso las similitudes pueden ser la de alguien imitando la letra de Dreyfus. Con él, otro experto llamado Pelletier opina que Dreyfus no es el autor del "Bordereau". En el otro bando, los expertos Charavay y Teysonnières creen que sí. Sin embargo, las declaraciones exculpatorias no serán tenidas muy en cuenta, ante la mayor fama de Bertillon, que declaró el último. No era grafólogo, pero estaba en la cumbre de su carrera como criminalista... aunque su gloria se fundaba, en realidad, en aplicar las teorías de su padre, Louis Adolphe Bertillon, verdadero inventor de la Antropometría.
8.- Semejante disparate hizo exclamar a Dreyfus (o a Demange, según otros testigos): “Así pues, se condena porque las letras son similares, y se condena porque las letras son diferentes”
9.- En Francia era absolutamente ilegal aportar a los jueces pruebas a espalda de la Defensa. Cometer esa irregularidad era causa absoluta de anulación del juicio. Para mayor oprobio de los que fabricaron el Dossier (el Ministerio y el Contraespionaje), ellos -mejor que nadie- sabían perfectamente que, de todos sus documentos, sólo uno de ellos hablaba de espionaje... y no podía ser atribuido a Dreyfus. El resto de documentos del Dossier se referían a relaciones de homosexualidad y adulterio entre los agregados militares y figuras de la sociedad parisina. Dreyfus no tenía absolutamente nada que ver con estas historias, pero al introducirlas en el juicio tenían la intención de producir repulsa entre los muy conservadores, en materia de sexo, jueces militares. Veremos el resultado...