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Rob_Ben_Gebler
1- Los filipinos, por su parte, hicieron también lo que pudieron por convencer a los españoles de que se rindieran, incluyendo el envío de una misión, al mando del Coronel filipino Villacorta, que incluía a un prisionero español, el capitán Belloto; pero los sitiados no creyeron a ninguno de los parlamentarios que recibieron. Otros intentos de desmoralizar a los españoles son descritos por Martín Cerezo, eufemísticamente, como “reclamos femeninos”.

2- Aunque no figuraba en las cláusulas del Tratado de París, los norteamericanos (que ya habían decidido su traición a los rebeldes filipinos, desechando sus anteriores ofertas de “ayudarles a conseguir la independencia”) pidieron (y no precisamente “por favor”) que mantuvieran sus posiciones contra los filipinos hasta que los EEUU pudiesen enviar las suficientes tropas como para aplastar la “rebelión” filipina. Eso no incluía mantener la plaza de Baler, para lo que habría que haber organizado una columna militar, lo cual estaba fuera del alcance de los españoles.

3- Las Morenas había muerto de beriberi en Noviembre, pero Martín Cerezo silenció este hecho para no dar la impresión a los sitiadores de debilidad.

4- Esto sorprendió muchísimo a Olmedo que, dado que le resultaba inconcebible que Las Morenas no hubiera salido al escuchar su voz, declaró “o ha muerto o lo tienen secuestrado”. Como vemos, no se equivocaba tanto, pero sin querer fue origen del infundio que corrió por Manila y, luego, por los periódicos españoles, que afirmaba que Martín Cerezo y algunos subordinados habían asesinado al capitán para robar la caja del regimiento; o, alternativamente, que un fraile condenado a muerte por los insurrectos se había hecho el amo de la posición sitiada y, dominando absolutamente a Martín Cerezo, había hecho asesinar a Las Morenas, que se quería rendir.

5- La acción del Yorktown, pésimamente realizada, condujo a la captura de varios militares de EEUU y a la retirada del barco. Los prisioneros yanquis, que tuvieron posibilidad de hablar con los sitiados de Baler bajo una bandera de EEUU, no tuvieron ninguna posibilidad de ser creídos por Martín Cerezo, claro. El caso es que, como desde Baler no se veía la bahía ni el barco, pero sí los reflectores, estaban convencidos de que se trataba de un buque español, que no había desembarcado por no tener aún fuerzas suficientes, pero que el socorro estaba ya por llegar.

6.- Martín Cerezo acusó a Alcaide de haberse unido a los filipinos y haberles revelado los puntos débiles de la fortificación, lo que le hizo sospechar que Alcaide había oído o recibido confidencias de otros soldados del destacamento, probablemente amigos suyos, puesto que desde finales de Febrero estaba prisionero. Sin embargo, sin negar que Alcaide se unió en cuerpo y alma a los filipinos, resulta dudoso que pudiese darles datos relevantes o, al menos, que los filipinos confiasen mucho en él; puesto que, a finales de Mayo, los sitiadores no conocían el fallecimiento del capitán Las Morenas.

7.- Pese a que en el libro de Martín Cerezo habla de “una salida al bosque” -y parece que transmitió a los soldados la idea de que irían a refugiarse en la jungla interna de la isla- posteriores investigaciones, los documentos, etc opinan que la idea de Martín Cerezo era la de internarse en la jungla hacia la bahía –opción bastante más lógica-; esperando allí el socorro español; y que, dada su creencia de que había soldados poco fieles que podían advertir a los filipinos, prefirió no decir su destino hasta última hora.

8.- En realidad, no le faltaba razón; en general, los desertores en la guerra han sido fusilados sumariamente. De hecho, tanto el Juez Instructor que hizo las averiguaciones pertinentes, como los supervivientes de Baler que declararon, consideraron que los desertores merecían su destino. Y, por lo tanto, Martín Cerezo fue absuelto de toda responsabilidad del fusilamiento de ambos desertores.

9.- Quizás no andaba muy desencaminado, pues, en Manila, un soldado (José Jiménez Berro) declaró que, en la huida de Alcaide, había disparado a fallar por ser amigo suyo. Un pelotón de fusilamiento –aparte de llamar la atención de todo el enemigo- ¿no hubiera sido causa de un motín?

10.- Martín Cerezo, consciente de que el fusilamiento de los desertores no era legal (aunque, según él, y casi todos los sitiados, justificado) quiso evitar complicaciones incitando al médico Rogelio Vigil de Quiñones a firmar los certificados de defunción como "causa: beriberi" Vigil se negó, y ello causó un cierto distanciamiento entre ambos oficiales. No obstante, ambos declararon muy positivamente a favor del otro en las investigaciones que se llevaron a cabo.
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