Eso me recuerda una treta de supermercado. Un día iba yo tan tranquilo por el súper, con mi paquete de frankfurts XL en el carrito, y al doblar un pasillo me topé con una moza rubia vestida de aldeana sajona, con una bandeja a la altura de los senos —de los suyos—, sobre la que reposaban unos taquitos de queso ensartados con palillos.
— ¿Quiere probar uno? —me espetó nada más verme, haciendo además una caída de ojos. Yo bajé la vista para revisar el género y, ruborizado, me alejé sin mirar atrás.
*
— ¿Quiere probar uno? —me espetó nada más verme, haciendo además una caída de ojos. Yo bajé la vista para revisar el género y, ruborizado, me alejé sin mirar atrás.
Estuve tres semanas sin volver a ese súper.
No se refería al queso.