#16 Salvajadas que se vienen perpetuando desde mucho atrás, y que están en el origen de todo este odio, que al final se ceba en los inocentes, mientras los hijos de puta instigadores se van de rositas; déjame copiarte otro texto de aquello de Sabra y Chatila, y verás que el odio se arrastra hasta que revienta:
El 17 de septiembre, cuando aún estaban sellados los campamentos de Sabra y Shatila, un pequeño grupo de observadores independientes se las arregló para adentrarse en ellos. Entre estos observadores se encontraba Gunnar Flakstad, un periodista y diplomático noruego que fue testigo de las operaciones de limpieza de las falanges, incluida la retirada de cadáveres de las casas destruidas en el campamento de Shatila.
Muchos de los cuerpos descubiertos habían sido sometidos a importantes mutilaciones. Se había castrado a los hombres jóvenes, algunos de los cuales habían sido sometidos también a escalpelamiento mientras que otros tenían una cruz cristiana esculpida con cuchillos en sus cuerpos.
Janet Lee Stevens, una periodista estadounidense, escribió con posterioridad a su marido, el doctor Franklin Lamb: “Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas subidas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de hombres jóvenes fusilados después de haber sido colocados en fila contra la pared de una calle; niños degollados, una mujer embarazada con su tripa rajada y sus ojos todavía abiertos por completo, su cara oscurecida gritando en silencio por el horror; incontables bebés y niños pequeños que habían sido apuñalados y destrozados y a los que habían arrojado a pilas de basura”.
Thomas Friedman, que entró en los campos el sábado 18, encontró grupos de hombres jóvenes con sus manos y pies atados, que habían sido puestos en fila y ametrallados en un estilo que recordaba a los asesinatos de la mafia, no al tipo de muerte al que, en su opinión, se habrían enfrentado los supuestos 2.000 milicianos del campamento.
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El 17 de septiembre, cuando aún estaban sellados los campamentos de Sabra y Shatila, un pequeño grupo de observadores independientes se las arregló para adentrarse en ellos. Entre estos observadores se encontraba Gunnar Flakstad, un periodista y diplomático noruego que fue testigo de las operaciones de limpieza de las falanges, incluida la retirada de cadáveres de las casas destruidas en el campamento de Shatila.
Muchos de los cuerpos descubiertos habían sido sometidos a importantes mutilaciones. Se había castrado a los hombres jóvenes, algunos de los cuales habían sido sometidos también a escalpelamiento mientras que otros tenían una cruz cristiana esculpida con cuchillos en sus cuerpos.
Janet Lee Stevens, una periodista estadounidense, escribió con posterioridad a su marido, el doctor Franklin Lamb: “Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas subidas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de hombres jóvenes fusilados después de haber sido colocados en fila contra la pared de una calle; niños degollados, una mujer embarazada con su tripa rajada y sus ojos todavía abiertos por completo, su cara oscurecida gritando en silencio por el horror; incontables bebés y niños pequeños que habían sido apuñalados y destrozados y a los que habían arrojado a pilas de basura”.
Thomas Friedman, que entró en los campos el sábado 18, encontró grupos de hombres jóvenes con sus manos y pies atados, que habían sido puestos en fila y ametrallados en un estilo que recordaba a los asesinatos de la mafia, no al tipo de muerte al que, en su opinión, se habrían enfrentado los supuestos 2.000 milicianos del campamento.