Cosas así me suenan, no son frecuentes pero pasan; por ejemplo la del profesor de computación que compró por 100 euros una rara máquina de escribir en un mercadillo en Rumanía que resultó ser una máquina Enigma (la reconoció al instante), o el caso de un conocido de aquí de Madrid que encontró una vieja Leica en una tienducha del Bronx con el cuerpo forrado en piel blanca, algo que le sonaba pero que no era capaz de recordar porqué, y se la llevó después de regatear por menos de 200 dólares, y luego resultó que era una de las cámaras originales que empleó el famoso fotógrafo Ansel Adams, la vendió por 15.000 euros.