Continua Hace ya bastante tiempo, en 1611, el mismísimo Johannes Kepler le daba vueltas a cuál era la forma más inteligente de apilar bolas de cañón.
Han pasado de aquello más de cuatro siglos y si bien ya sabemos cómo agrupar esferas de forma uniforme, lo de apilar de manera óptima objetos tridimensionales de diferentes tamaños y formas sigue siendo todo un reto. Tanto, de hecho, que el MIT recuerda que en teoría de la complejidad computacional se considera un "NP-hard", es decir, un problema que no podemos resolver ni siquiera de forma aproximada sin pasarnos años o décadas haciendo cálculos.
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Hace ya bastante tiempo, en 1611, el mismísimo Johannes Kepler le daba vueltas a cuál era la forma más inteligente de apilar bolas de cañón.
Han pasado de aquello más de cuatro siglos y si bien ya sabemos cómo agrupar esferas de forma uniforme, lo de apilar de manera óptima objetos tridimensionales de diferentes tamaños y formas sigue siendo todo un reto. Tanto, de hecho, que el MIT recuerda que en teoría de la complejidad computacional se considera un "NP-hard", es decir, un problema que no podemos resolver ni siquiera de forma aproximada sin pasarnos años o décadas haciendo cálculos.